Estaba tardando en aparecer en EL LOTO AZUL un colaborador que ostenta el dudoso honor de ser la persona que más nombro en mis artículos de opinión en HOY y en éste, mi blog. Me refiero, ni más ni menos, que a mi amigo Javi, ya saben, íntimo mío y de la gula, como quien suscribe. Javi Palacios es co-protagonista de excepción de algunas de las más hilarantes historias que he tenido a bien contarles algunos domingos, como la famosa anécdota de los churros en la Feria de San Juan, o aquella en la que tras ir los dos solos a un restaurante no se le ocurrió otra cosa que gritar bien alto a todo el que nos miraba “¿Qué pasa? ¿Acaso una joven pareja gay no puede acudir a comer a un restaurante sin ser presa de las homófobas miradas?
Al igual que me ocurre con Adolfo Campini y Ricardo Larios, Javi y yo compartimos entre muchas cosas nuestro peculiar sentido del humor, y es que se nota, aun tantos años después, que seguimos riéndonos de las mismas tonterías que cuando éramos pequeños. Si lo nombro tantas veces en mis artículos adivinarán que es por la sencilla razón de que es importante en mi vida, y esa es la función de esta sección entre otras cosas, mostrarles a personas que forman parte de mi mundo y a los que necesito a mi lado como el comer. Como les contará más abajo en su texto, son ya célebres nuestras reuniones gastronómicas, y mis consultas a su persona en todo lo referente a medicina. Javi siempre sintió fascinación por los animales, y estudió biología, obteniendo por cierto un expediente más que brillante. El caso es que como él era de “Ciencias” yo daba por hecho que Javi era una persona capacitada para aconsejarme en lo que se refiere a medicina general:
“Oye Javi, me ha salido una especie de escozor en la pierna, ¿qué crees que será?” – “No sé” – Contestaba mi amigo – “Será una pequeña reacción al chándal o a algún gel.
“Oye Javi, estoy tomando antibióticos, ¿pasa algo si me tomo un copazo?” – “Por uno no creo que pase ná”.
“Oye Javi, ayer me enrollé con una y le toqué un poco el muslo, ¿Crees que se habrá quedado embarazada? “Enrique… ¡No soy médico!
Y así me di cuenta que Javi no era médico. El problema es que cuando yo me acostumbro mentalmente a algo es muy difícil cambiar de disco, y hoy en día sigo requiriendo sus servicios como si fuera mi médico de cabecera.
Hay algo más que quiero que sepan de Javi Palacios, y es que, además de acordarme de él cuando escucho uno de sus temas favoritos “The Power of Love”, Javi fue en su día el alcalde infantil de Badajoz. ¡Como presumíamos nosotros con eso! Una de las prioridades de su campaña fue el famoso carril bici de La Granadilla, que a pesar de que por fin se hizo hace pocos años, allí estuvo Javi dando por el mismísimo con la pepla para que lo construyeran. Y es que Javi era como éramos mis amigos, melómanos y buenos deportistas, y al menos nuestros hijos podrán disfrutar algún día ese carril bici sin jugarse la vida como nosotros de pequeños. Como buenamente recuerda, nadie le ha cesado en el cargo, y él jamás presentó dimisión alguna, así que a sus 33 años, Javier Palacios Melchor sigue siendo alcalde infantil de Badajoz a todos los efectos. Quiero mucho a Javi, al igual que al resto de mis amigos de la infancia, y como bien él les va a contar, la amistad hay que trabajarla día a día. Javi ha sido padre recientemente, de una niña preciosa, Martina, con unos ojos tan azules y un pelo tan rubio como el suyo y los de su mujer Erika. El aprendizaje, aunque algo duro, está siendo muy satisfactorio, y como en todo lo que hace, ya sea tocando el piano, sacando matrículas en la Universidad, o dando consejos médicos, les aseguro que aprobará el examen de padre con nota.
Cuando Javi se sienta en las sillas del Marchivirito, nuestra fonda predilecta, le ocurre como a mí, que se queda como encajado. Siempre hace la misma broma, se levanta con la silla pegada al culo diciendo “Me la llevo puesta”. La misma chorrada con la que yo me parto día sí y día también. Por eso quiero pasar con él todas las horas posibles.
Con todos ustedes mi famoso amigo Javi Palacios, íntimo mío y de la gula, como quien suscribe, y del que espero que a partir de ahora, conozcáis un poco mejor. Os dejo con su texto, que ha escrito para todos los amigos de este blog, “No soy médico”.
¡No soy médico!
Por fin me decido a sentarme un rato y escribir algunas reflexiones y recuerdos… La verdad es que podría hablar de muchas cosas, contar infinidad de anécdotas en las que siempre de una manera u otra aparece mi amigo Enrique, pero es que esto de escribir no se me da muy bien (para eso ya está Enrique). Yo soy “de ciencias”, en concreto estudié Biología pero para Enrique debo tener convalidada por lo menos media carrera de medicina. Y es que cada vez que algo pasa, cualquier consulta relativa a la salud siempre le tocaba al menda. Y claro, yo siempre he tratado de responder con la lógica y el sentido común, pero…¡¡¡ Enrique: No soy médico!!! (Llevo años diciéndoselo).
Son antológicas las cenorrias que nos pegamos cuando podemos y desde luego siempre lo he dicho: no conozco a un tío con actitud más optimista ante la vida que Enrique (aunque en los últimos tiempos cuesta más ver ese punto de optimismo y superación por la sensación de crisis que nos invade a todos). Sin duda que verborrea no le falta: es imposible quedarte sin tema de conversación con él. Yo creo que su mayor castigo sería que no pudiese hablar en un día entero… ¡Sería casi peor que si se quedase sin Loch Lomond un sábado noche! No quiero ni imaginarlo.
Y hablando de amigos, creo que tengo suerte con los amigos que tengo. A decir verdad no son muchos, pero los que son lo son de verdad. Y eso es lo más importante. Aunque suene un poco “cursi” la amistad es como un surco en la arena: hay que repasarlo todos los días si quieres que perdure en el tiempo. Sé que ha habido épocas con más o menos “viento” que puede erosionar la amistad, pero también sé que mis amigos siempre están ahí. Enrique Falcó está dentro de este pequeño grupo de AMIGOS, al igual que Adolfo Campini, Óscar Vadillo, Ricardo Larios, Luis Carlos González, Héctor Pula (y algún otro que seguro se me queda en el tintero) y por supuesto mi mujer Erika, a la que adoro y que me ha dado lo que más quiero en este mundo: mi hija Martina.
Pero bueno, basta ya de edulcorante que nos va a subir el azúcar a todos… ¡Espero no haberos aburrido mucho! Un abrazo.