El Instituto Zurbarán de Badajoz. Donde estudié de adolescente ha desempeñado un importante papel en mi vida.
Constantemente, en mis artículos en HOY y en este, mi blog, el de todos ustedes, (cuyo nombre por cierto consigue la siempre reconfortante tarea de recordar el famoso y dorado elixir que tanto privaba al viejo capitán Haddock) les hablo de momentos importantes acaecidos en mi vida, de situaciones otrora irrepetibles, de múltiples escenarios de fantasía y de momentos dulces y mágicos.
Mi antiguo Instituto, el Zurbarán de Badajoz, situado en la avenida de Huelva de la capital pacense, es sin duda constante fuente de anécdotas, situaciones y personajes que de alguna manera han marcado la vida del menda.
Ya les he narrado en alguna ocasión, que a pesar de los momentos memorables de aquella época de adolescente en el Zurbarán, tan feliz, irrepetible y hermosa (no tan lejana como muchos pudieran pensar) son muchas las pesadillas o sueños incómodos en los que mi antiguo Instituto figura como escenario protagonista.
Ustedes ya me conocen. Soy de los que aborrecen el síndrome de Peter Pan, y ni por asomo volvería atrás en el tiempo por muy dichosa que hubiera sido una época de mi vida. Quizás sea por ello que el entrañable lugar donde tantas amistades forjé, y en el que me enamoré por primera vez, torne a marco de zozobra y angustia al presentarse en mis sueños conmigo de protagonista desempeñando el papel de estudiante dentro de aquellas aulas casi olvidadas.
El delirio más repetido es quizás aquel en el que se me presenta la inminente fecha de un importante examen que ni siquiera he preparado y al que me es imposible presentarme por todas las circunstancias negativas que van sucediendo durante el sueño:
En mi época de estudiante en el Zurbarán, el menda ganó varias medallas defendiendo este escudo. En salto de longitud y en relevos, nada menos.
¿Pero qué hago otra vez aquí Dios mío? – Me pregunto constantemente tan enfadado como acobardado – ¡Si yo ya aprobé! ¡Si incluso luego estudié una carrera! Si ahora tengo una vida, una casa, una familia, un trabajo… ¿Pero que hago otra vez aquí? ¡Qué ha pasado por el Cetro de Ottokar!
Está claro que los sueños han de ser de alguna manera premonitorios, pues jamás sospeché tras terminar COU que volvería a aquellas aulas para algo más que para recoger el título de Bachiller.
Hace algunas semanas me pasé por mi Instituto con la intención de regalar un ejemplar de mi libro, “Don de Loch Lomond“, para que figurara a disposición de alumnos y profesores en la biblioteca del Centro.
Me parecía justo y necesario devolverle a éste de una u otra manera parte de lo que me había dado. Quien suscribe no sería la misma persona sin haber pasado por sus aulas, y me agradaba la sensación de dejar una pequeña parte de mí para la posterioridad. Pocos días después recibí un email de un profesor del Instituto, Jacinto Haro, al que no conozco y seguramente no habré visto en mi vida, pues hace ya 16 años que dejé el Zurbarán, y ya casi no queda atisbo de los inmejorables docentes de los que tuve el privilegio e inmenso placer de recibir clases.
Jacinto, profesor de Lengua y Literatura, tras hacerse con mi libro indagó, y me contó en su email que a través de mi querida Queti del Rosal (seguramente de las pocas supervivientes de mi época) había conocido mi historia y quien era yo y cual había sido mi propósito, e insistía en que mi entrañable gesto merecía al menos que hiciésemos una presentación en el instituto, una pequeña charla para los alumnos, en la que mi libro sea una mera excusa para hablarles de mi paso por “mi” instituto, aunque indudablemente ya no sea el de mi época.
Mañana jueves 25 de octubre, fecha en la que el Instituto Zurbarán se encuentra en su particular Feria del Libro, a eso de las 13:20, en la biblioteca donde en tantas ocasiones he preparado exámenes de última hora, me enfrentaré a varios grupos de alumnos adolescentes, que me mirarán con cierto reparo, preguntándose muy oportunamente quien narices es el “mi menda” este de las narices que viene a darnos la tabarra.
He de confesarles, mis queridos y desocupados lectores, que estoy envuelto en una mezcla de sentimientos contradictorios. Emocionado e ilusionado por una parte. Aterrado, nervioso e inquieto por otra. No soy digno de semejante honor, sin duda, y esto lo afirmo con todas las letras a pesar de mi pequeña dosis de vanidad, pero el hecho de materializar esta quimera, este sueño irrepetible, se me antoja de un placer y una satisfacción a toda prueba.
Aun recuerdo cuando era yo el que estaba en el Salón de actos, o en el Salón de Grado, o en la misma biblioteca o en alguna clase. Daba igual quien fuera el protagonista. Podía ser Pérez de Tudela para hablarnos de sus aventuras en la montaña, o de Álvarez Buiza para leernos algunos de sus nuevos poemas. Quizás los de Alcohólicos Anónimos para darnos una charla sobre los peligros del alcohol o lo de Alcer para concienciarnos de lo importante de la donación de órganos.
Podía ser un concierto que los miembros del grupo pop “Toque de Queda” del propio centro (o tal vez vez mi grupo, también del Zurbarán los “Violent Popes“ ofrecían a los alumnos de intercambio, o los del “Proyecto Duro” que insistían en hablarnos del Guadiana de entonces. A nosotros nos daba igual, y de una u otra manera, aunque íbamos con la siempre sana intención de montar el cirio, aquellas charlas nos ponían de buen humor, pues con la tontería nos librábamos de una hora de clase, y esa espero que sea la filosofía de los alumnos mañana.
No estaré solo. Mi querido y admirado amigo Manuel Pecellín una vez más accede generosamente a regalarnos su presencia para apadrinar el acto. Recuerdo que en una de aquellas ocasiones, en primero de BUP, en las que con la tontuna de la edad del pavo no parábamos de armar gresca, uno de mis profesores favoritos de la época, Don José Antonio Gala, quien siempre derrochaba normalidad y sentido común nos inquirió de esta guisa: “Ya que tenéis que tragaros el rollo, por lo menos prestad atención y atended en vuestro beneficio, ya que nunca se sabe si podréis aprovechar algo de lo que van a enseñaros aquí a lo largo de vuestra vida”. ¡Qué consejo más gordo!
Además de un gran profesorado, el Zurbarán siempre ha presumido de buenos alumno. Yolanda Orantos, de 16 años, quien posa en la foto de C. MORENO en el laboratorio de Física del Zurbarán, ha ganado recientemente uno de los Premios Extraordinarios de la Educación Secundaria.
Humildemente, no sé si a los alumnos podrá interesarles algo de lo que les cuente mañana, pero sin duda para mi será uno de los momentos más bonitos de mi vida y trataré de hacerles pasar un momento grato y entretenido. Y si al final resulta, que aunque sea sólo uno de ellos, obtiene algo positivo de mis palabras, les aseguro que habrá valido la pena. Regreso a la adolescencia. Regreso a la época de las nuevas sensaciones, la música, la literatura, el primer amor. Regreso a la época en la que empecé a sentirme libre. Regreso al Zurbarán.