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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

Libros, pedantes, siesos y humor

Enrique Falcó. Ávido lector

 

Espinete y Don Pinpón. ¡Que dos Cracks! Estos sí que sabían lo que hacían, y evidentemente leían de todo.

Espinete y Don Pinpón. ¡Que dos Cracks! Estos sí que sabían lo que hacían, y evidentemente leían de todo.

Libros. Me encanta hablar de libros. ¡Cómo no me va a gustar! Y no solo del mío, estaría bueno, aunque cierto es (hay que promocionarse) que lo nombro hasta en la sopa, que ya saben ustedes que el caldo me gusta a mi más que comer alitas de pollo fritas con los dedos. Yo soy como Espinete cuando cantaba aquello de “Me gustan todos, todos los libros, los que son grandes los que son chicos”. Esa canción como tantas otras se me grabó en el alma y no la olvidaré mientras me quede un ápice de mi prodigiosa memoria, que entre ustedes y yo no es para tanto, pero qué voy a contarles, en el país de los ciegos el tuerto es el Rey… y por aquí como que a más de uno se le ha oxidado la sesera, y no me extraña ¿eh?, porque hay cosas que son susceptibles de ser enterradas en el pantano más fangoso del olvido. Yo sin embargo no olvidaré la charla que el pasado jueves ofrecí a los alumnos de mi antiguo Instituto, el ahora denominado “IES Zurbarán” de Badajoz, con motivo de la presentación de mi libro, “Don de Loch Lomond” dentro de las actividades de su particular Feria del Libro. Los alumnos fueron pacientes y benévolos con mi menda, quien se encontraba nervioso y aterrado recordando como las gastábamos quien suscribe y sus compis a esa edad en las charlas que se ofrecían en el Salón de Actos. Quede constancia pública de mi agradecimiento al profesorado y a los más de doscientos alumnos por un día que jamás olvidaré. Aquella regresión a la adolescencia fue fantástica (yo creo que hasta me salieron espinillas) y aunque ya conocen mi aversión al síndrome de Peter Pan no me importó volver a tener 15 ó 16 años por un día.

El menda, Enrique Falcó, con Don Manuel Pecellín al fondo, hablando a los alumnos del Zurbarán.

El menda, Enrique Falcó, con Don Manuel Pecellín al fondo, hablando a los alumnos del Zurbarán.

Una joven alumna, tras la charla, me hizo varias preguntas que me encantaron, pero una de ellas me desconcertó: “¿Qué tipo de libros lees? ¿Qué libros te gustan?”. Comencé a enumerar mis predilectos dentro de la literatura juvenil, de narrativa, best seller, cómics, misterio, biografías… ¡Todos! Concluí. Me gustan todos. Y es cierto. Nunca me he planteado qué tipo de libros me gustan. Supongo que cualquiera que a la postre llegue a ser interesante y entretenido. Eso sí, siempre les doy una oportunidad, o dos como mucho para que atraigan lo suficiente mi atención y emborrachen mis sentidos (siempre con Loch Lomond claro). Como les explicaba a los alumnos, en la literatura existen momentos para todo. Desde la posibilidad de relajarse con un cómic de Tintín, hasta la necesidad de espesar la mente con la Metamorfosis de Kafka. Aunque he de confesarles, que siempre he sentido debilidad por los libros humorísticos.

Safari. Espero que la penúltima... o antepenúltima aventura del Marqués de Sotoancho.

Safari. Espero que la penúltima... o antepenúltima aventura del Marqués de Sotoancho.

Sale a la venta “Safari”, la (espero) penúltima, o mejor aun, antepenúltima aventura de “El Marqués de Sotoancho”, el desternillante personaje de Alfonso Ussía. Seguro que más de un lector ha torcido la naricilla en señal de desaprobación. Vuelvo a insistir. Las ideas políticas de Alfonso Ussía me importan lo mismo que la situación de la prima de riesgo en Portugal y el Reino Unido. Es un gran escritor, con un dominio magistral del lenguaje, especialmente en lo que a ironía y sentido del humor se refiere, y por el hecho de disfrutar y aprender de él nadie merece ser purgado con san benito alguno ni tener que llevar adheridas sus ideas políticas. Ussía, manifiesta en una reciente entrevista sobre la publicación de su libro, que lamentablemente, en este país la literatura de humor siempre se ha mirado con resentimiento por los pedantes. Esto es resultado, sin duda, de ser un país áspero y poco cultivado. En definitiva, que somos más de carcajada que de sonrisa continua. Sin duda, y aun siendo fan de las carcajadas más explosivas, me declaro simpatizante activo del segundo grupo. Quizás por eso me vuelvan loco los Monty Phyton, que intercalan grandes carcajadas sobre un fondo continuo de sonrisa contagiosa.

Yo tampoco soporto a los pedantes. En especial a aquellos que siempre se arrancan con alguna frase en latín o griego (que por supuesto no son las típicas históricas que todos conocemos a través de los libros de Astérix) o que citan a autores no muy populares y que ellos dan por hecho que el resto de mortales debemos de conocer a la perfección. Es cierto que en alguna ocasión, yo también he sido catalogado de pedante. Algo que parece ilógico, ya que siempre se destaca en mi persona la capacidad por hacerme entender con un lenguaje sencillo y cercano. Algo por cierto, que suele tocarme bastante más que la moral, ya que guardo especial recelo a la hora de cuidar mis frases, si bien lo tengo ya  asumido y aceptado como algo positivo.

El gran escritorJavier Marías, quien ha rechazado el premio Nacional de Narrativa

El gran escritorJavier Marías, quien ha rechazado el premio Nacional de Narrativa

No se si será pedante o no, y sus ideas políticas también me las paso por donde otros se pasan las buenas maneras y el decoro. Hablo de Javier Marías, otro extraordinario escritor al que admiro, que ha rechazado el Premio Nacional de Narrativa por “coherencia” y para ser “consecuente”. A algunos les parecerá honesto y hasta puede que romántico. ¡Qué fácil parece todo cuando se tiene el riñón bien calentito! Seguro que muchos de los que tenemos que trabajar duro durante dos años para conseguir esos veinte mil euros que ha rechazado nos preguntaremos si hubiera sido tan honesto y coherente en caso de no ser un escritor de ventas millonarias, y obtener cifras parecidas a las del menda (cuidado, ya más de 300 ejemplares de Don de Loch Lomond).

a Brian le regalan esta calabaza

¡Qué poco sentido del humor! Hasta Camilo José Cela le echaba gracia al asunto de los premios. Cuando le preguntaron si iba a donar los millones de pesetas que ganó con el Nobel contestó sin ningún tipo de rubor: “¡No! ¿Por qué voy a tener que donar ese dinero si es mío y lo he ganado yo?”. En fin, como diría aquel vendedor de calabazas de “La vida de Brian”: “De siesos está el mundo lleno”. ¡Más humor por Dios! Que como bien afirma Alfonso Ussía: “El humor es un estado de gracia que sobrevuela todas las circunstancias”. ¡Toma ya! ¡Y pensar que hay algunos que todavía me preguntan qué narices hago yo leyendo a un “facha”!

Publicado en Diario HOY el 28/10/2012

Don de LOCH LOMOND

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