Enrique Falcó. Articulista ocurrente
La vida está repleta de contradicciones. Algunas tan incoherentes y absurdas que rozan la hilaridad o el desconsuelo cuando se sitúan entre aquella peligrosa frontera que separa lo cuerdo de lo más enajenado. Ya lo lleva declamando mi amigo Segismundo desde hace unos cuantos siglos: “¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción. Y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
No se alarmen los más eruditos o “intelectualoides” de pacotilla, que jamás pretendería pasar por propios los bellos, reflexivos y filosóficos versos del inolvidable Calderón de la Barca. “Yo, que siempre trabajo y me desvelo por parecer que tengo de poeta. La gracia que no quiso darme el cielo”. O sea como mi amigo Cervantes, aunque en este caso las comparaciones son más que odiosas… ya que yo aun cuento con ambas manos. Además para poemas ya tengo suficientes con los que escribe mi amigo “El poeta” Ángel Manuel Gómez Espada, sobre divertidos y sinceros amores a mujeres barbudas, o incluso a jóvenes hermosas y de gran corazón que a pesar de su lozanía y tamaña buenez se olvidan de tapar la pasta dentífrica o de sacar la basura. Es curioso que hablemos de mi amigo “el poeta” y de contradicciones, ya que sin ir más lejos, mientras ustedes, mis queridos y desocupados lectores, se beben mi artículo junto al primer café de la mañana, “el poeta”, un hombre de ideas no muy clericales, más zurdo que mi vecino el de abajo, el ídem, se habrá casado por la Iglesia en la jornada de ayer. Sí, han leído bien, por la Iglesia, y en el país vecino para más INRI.
Fue en esa encantadora jornada, en el día de Extremadura, (#DíaDeExtremadura en Twitter) en el que el menda lerenda tuvo un notable recuerdo para con su tierra al interpretar (poco antes del tercer Loch Lomond) a viva voz y para todo aquel que quisiera escucharlo (incluso para los que no) el himno de Extremadura. Lo cual nos lleva a otra poderosa contradicción. “Nuestras voces se alzan” cantamos en el estribillo. Algo más falso que los ojos de Espinete, ya que nuestras voces no se alzan. Como narraba el periodista de HOY J. López Lago en su “Así nos va” de hace un año, existen quienes parecen avergonzarse de nuestro himno. “Entre el pudor y la ignorancia observen que casi nadie lo canta en los actos” rezaba literalmente el joven periodista pacense de quien trato de no perderme ni una sola de sus columnas, las cuales poseen la virtud de adiestrar y entretener. Dolorosa y lamentable verdad, especialmente en lo que se refiere a la ignorancia. Un año más he vuelto a encontrarme con quienes confunden la festividad del día de Extremadura con la de la Constitución o la de Todos los Santos. Preocupante, triste y lamentable en grado sumo.
Siguiendo con las contradicciones. Aun no he olvidado el enfado de mi amigo Manuel Pecellín aquel lejano día en el Instituto. Como la calefacción estaba a tan alta temperatura en el viejo Zurbarán, no se nos ocurrió otra cosa a los púberes y brillantes alumnos que abrir las ventanas para que entrase fresquito en pleno invierno. “¿Existe una contradicción mayor?” – Nos reprendía enfadado nuestro viejo profesor mostrándonos cual chapucera y peligrosa podían ser las contradicciones.
Las personas tropezamos y caemos constantemente en estas contradicciones, y no sólo en nuestras creencias, en la forma de pensar o en nuestra particular manera de actuar. Tal vez cuando hacemos el amor, sin amor, o bebemos el whisky sin alcohol, como cantaban los Gabinete Caligari. ¡Cómo es posible que uno se abra una libreta de ahorros en el banco para ahorrar y te pasen constantemente todo tipo de abusivas comisiones? ¿Por qué en tantísimas ocasiones los responsables de la seguridad son quienes provocan los altercados? ¿Por qué sube el precio del pan mientras bajan nuestras nóminas? ¿Por qué se llaman imperdibles si se pierden con facilidad?
Fuera de bromas. Lo de que políticos con el riñón calentito y nóminas abultadas saqueen supermercados me parece más una infamia que una contradicción. No comprendo cómo es posible que una persona con ideas de izquierda se convierta en el peor de los fascistas cuando se topa con alguien que no es de su misma opinión.
¡Ancianos trabajando, jóvenes en paro, bocadillos de morcilla untados en manteca y mojados en aceite con pan integral, caramelos sin azúcar, sindicatos que agreden a los trabajadores por cuyos derechos deberían velar! ¿Políticos escandalizados y pidiendo la dimisión de una colega porque protagoniza un vídeo haciendo lo mismo que ellos o que hacemos cualquiera de nosotros? (aunque algunos somos más prudentes y no permitimos que nos graben claro). ¿No sería una contradicción dimitir por avergonzarse de hacer algo que todos hacemos y además nos gusta?
Hablando de gustar, al menda le priva escribir, y más artículos de opinión como el que están leyendo. Vaciándome en ellos ante ustedes, desnudándome y mostrándoles lo que existe en mi sesera y entrañas, arriesgándome a que les guste o por el contrario les repugne. Pretendiendo que respiren los efluvios que, sin saberlo, brotan de ese Loch Lomond que sirvo cada domingo para ustedes. Pero siendo sincero y consecuente conmigo mismo. No comprendo a esos columnistas de opinión a los que les da miedo expresarse y se dedican a escribir lo que quieren leer los demás. Supongo que no hará falta, después de casi tres años, recordarles que si eso es lo que buscan en esta tribuna más vale que se la salten y se pasen a otra marca del más bello y dorado de los licores. Yo sé quien soy, nobleza obliga, y ustedes también. Existen escritores, que sin ningún tipo de reparo caen en la contradicción más dolorosa, que no es otra que la no concordancia entre cabeza y corazón. Como diría mi amigo el poeta “Hace tiempo que olvidaron qué cosa es escribir sin compromiso.” Qué vida tan divertida señores, sin pena ni gloria… ni emoción.
Publicado en Diario HOY el 09/09/2012