El muchacho que regala cartas de amor no se molesta cuando la princesa de cuento de hadas escoge otra carta porque la que le regaló no la convence. El muchacho que regala cartas de amor le pregunta si no quiere que le escriba una de su puño y letra, y hasta le sugiere a la princesa de cuento de hadas que le dicte las palabras que desea leer. Sorprendida por tal atrevimiento, la princesa de cuento de hadas, que ha percibido cierta sorna en el timbre de la voz del muchacho, lo manda arrestar de inmediato.
El muchacho que regala cartas de amor, que acaba de ser arrojado a un calabozo sucio y maloliente, no se inmuta cuando el verdugo le entrega una nota manuscrita de la princesa de cuento de hadas en la que puede leer que no habrá cielo allá donde va, y estas palabras vienen rodeadas con un círculo de color morado.
Cuando el hacha separa la cabeza del muchacho que regala cartas de amor, la princesa de cuento de hadas, desde la balconada estilo rococó construida para no perderse ningún detalle, aplaude histéricamente. Y sin saber qué maldito hechizo lo provoca, no puede dejar de hacerlo.