Paco, conocido como el “Trueno”, es imprescindible para la Semana Santa. Él pone la música, el ruido y la fuerza, que otros ya ponen flores y guirnaldas.
Nunca ha escuchado nada relacionado con Mozart o Stravinski, y sin embargo se considera un maestro de la música. De hecho, el Trueno y sus compañeros de banda no entienden de notas ni pentagramas. Los sonidos que emite con su corneta se resumen en tres teclas, uno, dos y tres, y así, a base de números, interpreta marchas apocalípticas. Con eso le basta.
Nunca fue bueno en los estudios ni le gustó trabajar. Nuestro músico pasa las horas encerrado en la habitación, dándole a la corneta hasta que sus pulmones aguatan o el vecindario avisa a la policía. Su novia le admira con fervor de beata. Le almidona la gorra, le saca brillo a la medalla y le sigue a unos metros con un bocadillo y una botella de agua.
En la Semana Mayor, sus vecinos descansan. El Trueno pasea su corneta con elegancia. Iza la cabeza y convoca la tormenta. Su novia le acompaña entre sollozos por la calle de la Amargura.
De qué le vale a él estudiar lengua o matemáticas cuando ya conoce los secretos velados de las lágrimas.