Semanas Santas. En plural. Porque nuestra celebración es mayúscula, contradictoria. Católicos que se santiguan escandalizados ante el avance de la procesión y ateos que empuñan el cirio y ocupan el espacio simbólico de la ciudad.
Cada uno de los miembros que participan en la Semana Grande tiene una concepción diferenciada del ritual. Los argumentos y vivencias que componen su visión serán siempre válidos, porque descansan en hechos reales, aunque no respondan a dogmas teológicos o principios políticos.
Los cofrades y el público conforman el espectáculo total de la Semana Santa, la celebración histórica y bíblica de la llegada de la primavera y la Resurrección de la vida. Reducir la celebración a la descripción literaria, a la interpretación eclesiástica o al estudio antropológico supone desconocer la empresa que se va a acometer.
En las siguientes páginas circularán una serie de personajes estereotipados que representan, desde una perspectiva costumbrista, la intrahistoria de nuestra fiesta. Lazarillos, peinetas, músicos, diablos y muchos Quijotes.
Ahí tienes, amigo, la piedra, anónima y envenenada.
Lánzala con fuerza si te parece, que los libros de historia cofrade están repletos de censores y talibanes. Pero no olvides que esta fiesta es de todos, para todos y en la que caben todos. Olvidar su pluralidad implica desconocer el significado del rito.