¡Más kilos! Que me echen más kilos, porque no hay más hombres que yo, ni más fiel creyente en los confines de la ciudad. Porque en la calle, durante esta semana, el ego me explota y yo lo soy todo, puedo con todo.
Macho, rudo, violento, como en aquellas gestas medievales en las que la hembra, tocada de mantilla y peineta, saludaba discreta desde la balconera. Yo, el héroe, el gladiador, el cruzado. Ella, la elegante bambalina del color de la dehesa.
¡Echadme más kilos! Que yo puedo con todo. ¡Echadme más kilos! ¡Aquí estoy yo! Yo, me, mi, conmigo. Ego sum lux mundi…
(Cuando el héroe regresa a casa, su mujer le hace un masaje y descubre la trampa.)