– Oye Montaña, hazme un cigarrillo de esos de liar, que probemos. Con esto de la crisis una ya no puede fumar sin remordimientos.
– Claro Esperanza, que la cofradía todavía viene de lejos, y con el ritmo que llevan… Nos da incluso tiempo a pedirnos otra caña. Oye, por cierto, ¿sellaste ayer la cartilla del paro?
– Sí claro, como te olvides te mandan a la mierda. Nos tienen con el agua al cuello.
– Bueno chica, mal no vivimos. Fíjate, ahora de Semana Santa, luego San Jorge, la Montaña, el Womad y la feria.
– Qué ganas… habrá que empezar a ahorrar.
– Venga, Esperanza, apúrate el cigarrillo y la cerveza que vienen los niños. Algún día pondremos a los nuestros así, tan formalitos y repeinados.
– Pues como no nos demos prisa se nos pasa el arroz…
– Por cierto, he tenido una idea para hacernos de oro.
– De oro… para qué niña.
– He pensado que nos vayamos al Caribe, las dos, que allí las españolas tenemos famas de ser mujeres como las de Merimée.
– Qué tonterías dices, tía, en el Caribe…, pasando caló.
– No te escucho… esta banda desafina.
– ¿Y qué quieres que hagamos en el Caribe?
– Anda tonta… pues allí rodeada tú y yo de mulatos, tiradas todo el día en la tumbona con el curo al aire.
– Me dices unas cosas… Por cierto, el Cristo ha pasado y ni nos hemos enterado.
– ¡Piénsalo Montaña! Compramos una moto de agua y vivimos de alquilarla.
– Estás rematadamente loca.
– Anda niña, vámonos que estoy harta de la procesión. Y total, la Virgen que viene la vemos todos los años.
– Venga, a la calle Pizarro, y vete haciéndome un cigarrillo que me tienes que explicar eso de la moto de agua.