Todo terminó. Vida efímera que se extiende durante siete días y siete noches en torno a la luna de parasceve. El milagro ha abandonado las calles y se ha refugiado en el baúl idealizado de la memoria.
Ya los cofrades han invertido el tiempo de la Cristiandad. Una pena, una tristeza lánguida se prolonga durante todo el año para resucitar en la gloria, en forma de cirio, clavel o esparto, de muerte, sangre y llanto; en una célebre semana que no tiene cuerpo ni tiempo.
Una semana que agoniza el mismo día que empieza, dejando un reguero de gritos por las paredes.
Vuelve tú, capirote, al trastero. Volved túnicas a las bolas de alcanfor. Volved, costaleros, a los ensayos, y los niños al tambor. Volved músicos al frío y volved libres, mujeres de Jerusalén. Vuelve tú, Alberto, a mostrarnos el instante sublime que se escapa.
Volvamos todos a la espera. Vuelve tú, primavera, vuelve tú.