Di que sí, Eusebio, que sólo se vive una vez y tú has vivido por tres. Te has sentado donde has querido y has reído lo que no está escrito. Y ya te imagino en el cielo, saltándote el protocolo, de compadreo con Dios, jugando a dar cacherazos al Espíritu Santo y formando marcial ante los arcángeles. Esa vara tuya ya estará dirigiendo las trompetas celestiales.
Y, desde la lejanía, te morderás las uñas en cada nueva primavera. Verás pasar las procesiones a vista de pájaro, entre las nubes, y comprobarás decepcionado que ya no hay nadie que alborote al gentío, que los curas pasean tranquilos y los políticos reparten sus palmaditas sin tenerte a ti por medio. Que ya no estás para recordarles que para chulo tú y para representante el pueblo.
Si en esta ciudad había algo de interés turístico internacional, era verte a ti, bendiciendo junto al obispo, y si algo se llevaba el extranjero a casa era la imagen de tu chándal bien prieto detrás de los nazarenos.
Ríete de tantos nombres, como siempre te has reído, pues sólo los pocos cuerdos que en el mundo han sido conocen lo que hay detrás de cada título. Redobla en el cielo, Eusebio, y busca pronto en la tierra un sustituto, que la ciudad está tomada por pingüinos de paseo.
Por fin sé libre, Eusebio, que la libertad no es concepto ni anhelo. Libertad es jugar a ser profeta, desaliñado y desvergonzado, sujetando una cachera y escandalizando a los mozuelos. Y sin caer en el qué dirán, el vicio burgués de la modernidad. Vuela alto, Eusebio, y mándanos a otro como tú desde el cielo, que no creaste escuela y ahora nos conformamos con homenajear tu hueco.
Fuente: Lorenzo Cordero - www.hoy.es
(Texto publicado en El Batería, un personaje singular, coordinado por Fernando Jímenez Berrocal y Juan Carlos Fernández Rincón)