Siempre hubo dos Semanas Santas en esta ciudad: una que comienza a andar, empujando desde atrás, y otra que huele a cerrá.
Hay una Semana Santa que germina, que se anuncia, y otra que agoniza a la espera de la estocada final.
Una que crece, mejora y emociona y otra que aburre y palidece.
Una de calles abarrotadas y otra de miradas cansadas, que se bate ya en retirada.
Pero amigos, no os alarméis, porque esta Semana Santa que nace, también morirá, como tantas otras nacerán.