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Una extremeña en Malawi

Malawi: descubriendo el precipicio de la vida

 

Estos niños son huérfanos y estas señoras sus

(Fragmento de Diario de una Controller Financiero en Malawi)

 

Unos de los sonidos que me acompañan en mi estancia en el Hospital de Malawi son los lamentos de los heridos, los enfermos, y sus familiares. Los lamentos son sentidos, ahogados, silenciosos, sin fuerzas porque  el dolor parece que se las lleva, dejando paso al abandono y a la profunda tristeza, ese vacío de soledad que deja el que se va.

Los he observado con dolor en la inconsciencia de su sollozo, donde sólo manda el sentimiento hondo y el corazón, cuando parece que ya no queda nada más.

Sus lloros son susurros, largos, que agonizan, y sus deseos, ninguno.

Aquí, en Malawi, la vida se va con una simple gripe, se va con la debilidad de los pobres. No obstante, los veo fuertes, reciben la vida como parece ser aquí, como un capricho. Su sistema inmunológico es bajo en comparación al nuestro, el de los occidentales, y su alimentación es muy deficiente.

Nosotros, en cambio, vivimos como si fuésemos a estar aquí de forma indefinida, pero no en el concepto de indefinición matemática, que sería el suyo, sino indefinido de “para siempre”. ¿Es por eso que cuidan de los suyos desde el punto cero?

¿Y quiénes son los suyos? Los llaman “extended families”, la extensión de la familia, lo que hace que las familias sean realmente amplias: los primos son como hermanos y los tíos y los padrastros son padres. Construyen sus unidades unos al lado de los otros, están siempre juntos, y se disfrutan a diario. También se prepararan de forma diferente para el adiós de la vida.

Un sitio en el que se puede ser feliz.

Un sitio en el que se puede ser feliz.

Vivir en un área hospitalaria en Malawi da mucha vida, pero también te acerca al precipicio de la vida, de la enfermedad, del adiós. Da la oportunidad de comprobar cómo es el cuidado sanitario que prestan a los enfermos y su recuperación. Otros días, en cambio, escuchas los sollozos que acompañan las despedidas.

El otro día salía de la “morning assembly”, la asamblea matutina diaria en la que el equipo prepara el día,  y me topé con su cuerpo de niño, delgado, largo, cubierto con el chitenye, de su madre seguramente… ella se quedó rendida, tirada en el suelo, alzando su mano al cielo y al cuerpo de su hijo que llevaban los “hospital attendance” (asistentes sanitarios) en una camilla sencilla, como deberían ser todos los lechos de muerte.

Nuestra vida es un camino solo, no puedes ir al mismo tiempo por dos caminos…

Nuestra vida es un camino solo, no puedes ir al mismo tiempo por dos caminos…

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