Llegando a Dar Es Salam, fuimos presa de los amables secuestradores. Atupele y Alinafe estaban en apuros. Una avalancha de voces en suahili nos aturdían. No veíamos de dónde ni de quién procedían, no veríamos sus caras, la noche lo rodeaba todo, el polvo de la ciudad de Dar es sucio, muy denso; la confusión […]