La pensión alimenticia comprende lo indispensable para el sustento propiamente dicho (los alimentos), el alojamiento, el vestido y la asistencia médica, así como la educación e instrucción cuando se establecen en favor de menores o de mayores de edad que no han terminado su formación.
Por su parte, los gastos extraordinarios de los hijos son aquellos que tienen un carácter excepcional, que sean imprevisibles, necesarios y adecuados a la capacidad económica de ambos progenitores.
Dicho esto, aún cabe realizar algunas precisiones. Mi consejo es que en los convenios reguladores, en el supuesto de un procedimiento consensuado, o en la sentencia, en el caso de un proceso contencioso, se delimite con claridad qué se considera gastos ordinarios (usuales y no usuales) y extraordinarios, ya que (i) si no se establecen expresamente hay que acudir a un procedimiento previo en el que se declare su naturaleza, con el consiguiente aumento de costes; y (ii) otorga más seguridad jurídica a ambos progenitores, con lo que se evitan enfrentamientos.
Vayamos, pues, a la casuística, no sin antes subrayar que se trata de un elenco no exhaustivo, que depende del criterio del juez y que los progenitores son soberanos a la hora de pactar otra catalogación.
1.- Gastos ordinarios usuales (incluidos en la pensión alimenticia): los destinados a cubrir necesidades normales de alimentación, vestido, ocio, educación, incluidos los universitarios en centros públicos o concertados, recibos expedidos por el centro educativo, seguros escolares, AMPA, matrícula, aula matinal, transporte y comedor (en su caso), material docente no subvencionado, excursiones escolares, uniformes y libros.
2.- Gastos ordinarios no usuales (no incluidos en los alimentos): las actividades extraescolares, deportivas, música, baile, informática, idiomas, campamentos o cursos de verano, viajes al extranjero, fiestas de cumpleaños u onomásticas y otras celebraciones necesarias de los hijos (por ejemplo, la Primera Comunión), así como los gastos de colegio/universidad privados, máster o curso de postgrado, las estancias en residencias universitarias, colegios mayores o similares.
3.- Gastos extraordinarios (no incluidos en los alimentos): cabe distinguir, a su vez, entre los que tienen carácter médico: los odontológicos y tratamientos bucodentales incluida la ortodoncia, prótesis, logopeda, psicólogo, fisioterapia o rehabilitación (incluida natación) con prescripción facultativa, óptica, gastos de farmacia no básicos y con prescripción médica, tratamientos de homeopatía y, en general, cualquier otro gasto sanitario no cubierto por el sistema público de salud de la Seguridad Social o por el seguro médico privado que puedan tener concertado los progenitores; y los de naturaleza educativa: las clases de apoyo escolar motivadas por un deficiente rendimiento académico.
Termino con algunas cuestiones que considero relevantes:
1.- Para determinar la cuantía de la pensión alimenticia se estará a las necesidades de los hijos y a la capacidad económica del progenitor obligado al pago.
2.- Los abogados de familia manejamos unas tablas cuantificadoras meramente orientativas, pues cada asunto requiere un tratamiento diferenciado.
3.- Los gastos no incluidos en la pensión alimenticia (ordinarios no usuales y extraordinarios) deben consensuarse de forma expresa y por escrito y, a falta de acuerdo, deberá decidir el juez.
4.- Antes de la realización del gasto, debe requerirse al otro progenitor fehacientemente por un plazo prudente (10 días, por ejemplo) y si no contesta se entenderá que presta su consentimiento. En el escrito debe detallarse cuál es el gasto concreto, explicar el motivo de su conveniencia o necesidad, adjuntando un presupuesto en el que figure el nombre del profesional que lo expide.
5.- La contribución a los gastos ordinarios no usuales y extraordinarios no tiene por qué ser paritaria, aunque sea lo habitual, pues dependerá de la capacidad económica de cada progenitor.
Como siempre desde estas líneas, apelo al sentido común a la hora de reclamar los gastos no incluidos en la pensión alimenticia y al buen entendimiento entre los padres, pues la confrontación la acaban padeciendo los hijos, aunque sea indirectamente.