Todos sabemos que avalar es jugársela pero la verdad es que, en muchas ocasiones, no valoramos realmente cuánto nos la estamos jugando o qué repercusiones puede tener esa acción. Esa frase maldita: “Pepe, pásate por mi Banco que me han dicho que mi préstamo no tiene problema, pero que hace falta una firmita”. Antes de firmar, te hace falta saber qué es avalar porque avalar, una firma que puede costar mucho.
Esa firmita quiere decir que si el titular del préstamo no paga, el acreedor reclama en principio esas cantidades al deudor principal y, una vez comprobado que este no paga, se informa al que “había echado la firmita”, es decir al avalista, que tiene que hacer frente y pagar las cantidades impagadas por el deudor principal.
Pagará las cuotas pendientes, los gastos, las penalizaciones, las costas, el buro fax, y todos los gastos y comisiones que esa letra pequeña en el contrato de préstamo establece para las situaciones en los que se producen los impagos.
En principio, si se trata de algunas cuotas más, sus correspondientes gastos y comisiones, una vez que el avalista las ha liquidado, el préstamo sigue su curso. El deudor principal sigue pagando religiosamente, y aquí no hay mayor problema que cada vez que haya impago, ser llamado para liquidar el préstamo. Pero si el avalado no paga en ningún caso, entonces tenemos un problema.
Las obligaciones del avalista son exactamente idénticas que las del deudor principal, por lo que si no paga la entidad irá contra él con una demanda que suele conllevar la petición de embargo, inicialmente de la nómina y, posteriormente, de los bienes. Y como la entidad no tiene obligación de ir inicialmente contra el deudor principal, si éste ya tiene dos hipotecas sobre su vivienda, y tú la tienes libre de cargas ya sabes lo que sucederá. Pero como además tampoco tiene la obligación de haberte avisado de la situación y, en ocasiones, como medida preventiva para que “no te quites de en medio bienes”, es probable que la primera noticia de que tu amigo del alma dejó de pagar el préstamo será… una notificación judicial.
Ser avalista es ser solidario y amigo de tus amigos, pero las responsabilidades que asumes al hacerlo son muy altas. Ya existen sentencias que valoran la solidaridad limitada de esta acción atribuyendo los beneficios de excusión, división y extinción que la ley faculta para salvaguardar el patrimonio, los bienes y los ingresos presentes y futuros que, incluso pueden llegar hasta a tus herederos, pero no te fíes.
Antes de embarcarte en la aventura de avalar tendrás que valorar bien la situación, saber que pueden establecerse límites al aval, y tener muy en cuenta a quién le prestamos nuestra “firmita de nada” porque el pan de nuestros hijos, sus estudios y su bienestar puede depender de ello. Los amigos son importantes, pero cuando “la cosa aprieta”, el sálvese quien pueda suele ser norma. Avalarm una firma que puede costar mucho porque ya sabes que lo que no son cuentas, son cuentos.