Aunque cueste creerlo hay corredores, no de los de categoría mundial, olímpicos o de élite, sino de los nuestros, los populares, recreacionales o como se nos quiera llamar, que, llevados por su fervor en pos de la consecución de sus mejores marcas en maratón o carreras menores y para salvaguardar sus energías, caen en la adicción a una de las peores drogas: la castidad. Increible pero cierto, y además se lo autoimponen, pues no creo yo que el sexo esté en la lista de productos prohibidos o dopantes.
Actitud desaconsejable que debería llevar a la reflexión a estos insensatos absentistas del sexo, ya que precisamente su continencia sexual solo les llevará a las malas marcas e incluso a lesiones, o sea, a todo lo contrario de sus deseos. Es sabido que sexo y deporte han sido tratados por los científicos de forma favorable, aunque sin precisar la dosis, detalle que cada cual debe acordar con su pareja. Y es que su practica en las vísperas de una maratón, relaja, tonifica los músculos y equilibra la mente.
Confieso avergonzado que hace años, yo pensaba igual que estos personajes de tan virtuoso comportamiento.Hasta que leí la siguiente anécdota a un veterano corredor valenciano: “Sucedió que fuimos varias parejas a Ibiza, a correr su entonces montañosa y dura media maratón. Teníamos que salir un viernes en la noche de Denia. Un fuerte temporal de levante obligó al Comandante del Puerto a prohibir la salida del ferry, informándonos en la Comandancia de las pocas posibilidades de que se hiciera la travesía en ese fin de semana. No obstante decidimos quedarnos esa noche en Denia, confiando en que amainara la borrasca y se pudiera zarpar a la mañana siguiente. Desmotivado y convencido de no poder participar en la carrera, decidí aquella noche, con la benevolente complacencia de mi pareja, darle más importancia al jugo del amor que al de correr. Al día siguiente, un mar en calma y una mañana azul y limpia de nubes nos embarcó rumbo a Ibiza. Comencé la carrera con los mas sombríos presentimientos, pero a los pocos kilómetros los deseché. ¡Qué carrera aquella mañana!.Nunca hasta entonces había corrido mejor ni tan rápido, suelto y resistente.”