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Israel J. Espino

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Año nuevo en Lusitania: Las strenas y las dos caras de Jano

Ilustración: Borja González/

 Cuando éramos romanos ya celebrábamos el año nuevo. Sin braguitas rojas y sin escupir pedazos de uva, eso sí, que se ve que por entonces teníamos mejor gusto.

 La noche del 31 de diciembre, víspera de las Strenas, celebrábamos con fuegos y estruendoso bullicio el fin del año solar. Era una fiesta catártica y de renovación en la que hacíamos ofrendas a la diosa Strenia, bajo cuyo auspicio iniciábamos (“estrenábamos”) el Año Nuevo.

 En Grecia esta fiesta se dedicaba a Dionisio desde la noche anterior, en la que se despide al año. Corría el vino en abundancia, los hombres se vestían de mujeres (que hay que ver lo que os ha gustado siempre) o de animales cornudos (no se que es peor), por lo que hasta el bueno de San Paciano, obispo de Barcelona el siglo IV, lamentaba que los cristianos celebraran las “Kalendas Ianuarias”.

 También se quejaba  San Isidoro de Sevilla (que para eso era santo) y condenaba estas fiestas diciendo:

 

Algunos, a causa de la citada fiesta pagana, se manchan el mismo día con la observación de los augurios, hacen gritería y danza, cometiendo otra que es más torpe iniquidad, pues se unen los de uno y otro sexo formando cuadrilla, y la turba de depauperado espíritu se excita con el vino.”

 

Hoy como ayer, señores.

 Pero después de la tempestad llega la calma. Las Calendas (primeros días) de Enero fueron oficialmente el primer día del año desde el año 45 A.E.C., cuando Julio César instituye el calendario juliano.

 El origen del aguinaldo, otra costumbre que se está perdiendo, se remonta supuestamente al reinado de Rómulo, primer monarca de Roma, quien recibió el primer día del año de sus colaboradores unas ramas cortadas de un frutal del bosque de la diosa Strenia.

 

Rómulo instauró el aguinaldo (Foto:Jimber)

Rómulo instauró el aguinaldo. Loba capitolina de Mérida  (Foto:Jimber)

El mes de Enero -Ianurius era consagrado al dios Jano, “el que mira atrás y hacia delante”, al final del año terminado y al comienzo del siguiente.

 A Jano Bifronte o «dios de todos los inicios» se le representa con dos caras, una de viejo y la otra de joven, y su función es la de presidir los inicios, los umbrales, los pasajes desde un periodo temporal a otro, los renacimientos iniciáticos.  Por eso le consagramos el primer mes del año (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a Enero).

 Como recoge el investigador Jesús Callejo  Las Calendas de enero no eran un día de fiestas, sino que se realizaba un ritual que Jano había dictado y que resumía Ovidio:

 

“He consagrado el trabajo al año que ahora empieza, de manera que el año entero no sea ocioso “.

 

Así que todo el mundo empezaba el año currando, y realizando un pequeño resumen de sus propios trabajos habituales.  Esta es una tradición que, inteligentemente, hemos decidido ignorar en nuestros tiempo.

  Pero no todo era trabajo. Invitábamos a los amigos y se intercambiaban vasos con miel, dátiles e higos:

 «Que el sabor pueda pasar en las cosas; y el año, dulce como empezó pueda continuar», decíamos en los tiempos en los que hablábamos de maravilla.

 Ofrecíamos a Jano  una torta  hecha de harina de trigo amasada con sal y vino dedicábamos este día a perdonar las ofensas y a ensalzar los sentimientos de amistad,  que manifestábamos con el intercambio de obsequios y presentes.

 De hecho, el origen etimológico de la palabra aguinaldo parece estar en una frase romana que significa “en este año”. El padrino o la madrina regalaban a su ahijado un dulce en  forma de serpiente, adornado con confites y frutas escarchadas, que venía en una caja muy vistosa que después servía para guardar los “tesoros” o juguetes de los niños. De ahí al roscón de Reyes no hay ni un paso.

 

 

Templo de Jano en Roma (Giovanni Battista Piranesi)

Por cierto, que el templo más importante de Jano estaba en Roma  y tenía doce puertas,  una por cada uno de los meses del año, que curiosamente permanecían abiertas durante la época de  guerra, y cerradas cuando la paz reinaba en el país.

Todo romano que deseaba emprender con buen pie un negocio o finalizar con éxito  una empresa acudía a rendir culto a este dios de dos cabezas en el Arco de Jano, uno de los monumentos más significativos que aun quedan en pie dedicados a esta deidad. Este misterioso arco investigado por un equipo de arqueólogos extremeños tuvo una fortaleza medieval en su ático y se encuentra algo castigado debido a un atentado de la mafia que le pilló cerca.

Bienvenidos pues, al mes de Jano, a su recuerdo del pasado y a su visión del futuro, a la entrada  de todo un año de 365 días que nos queda por gastar . Felices estrenas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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