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En el futuro faltará agua y sobrará calor

01-estado-del-clima-mundialHace ya unos años, el “International Food Policy Research Institute” (IFPRI), planteaba algunas preguntas y ponía sobre la mesa algunos temas para el debate: ¿Puede la Tierra producir alimentos suficientes para 9.000 millones de personas?, ¿Para 10.000 millones?, ¿Dónde está el límite de esas posibilidades? Pues resulta que se ha encontrado que el agua será uno de los principales factores que podrían limitar la producción futura de alimentos, y que este recurso escaso debe enfrentarse permanentemente a una fuerte, e insostenible, demanda creciente de usuarios de todo tipo.

En este planeta de nuestros pecados, que llamamos Tierra, los usos ambientales del agua, pueden ser clave para asegurar la sostenibilidad de la oferta frente a la demanda, no sólo del agua en sí, sino también de todos los alimentos que, a medio o largo plazo, no serían posibles sin ella; no obstante, pese a su enorme importancia, muchos de los estudios y conclusiones alcanzadas sobre el tema, son con frecuencia objeto de escasa atención. A nivel global, refiriéndonos a todo el planeta, que es como debemos considerar estos problemas, de nada sirve tener políticas, técnicas y tecnologías para ahorrar agua, si no se aplican y cumplen.

Cuando, en gran parte del planeta, los incentivos para el ahorro no existen, o no son claros, y cuando los organismos de control no existen, o no son claros, el resultado es un uso ineficaz del agua. Lo cierto es que todos, tanto los usuarios, como sobre todo las autoridades responsables, deberían dedicar mucha más atención a cuáles serán mañana los resultados de las decisiones que se tomen hoy.

En la actualidad, en todo el mundo se riegan más de 250 millones de hectáreas, casi cinco veces más que a comienzos del siglo XX. El riego ha ayudado a aumentar los rendimientos y la producción de la agricultura, pero el crecimiento de la población mundial hará que aumente la demanda de agua para consumo doméstico e industrial, y sobre todo para riego con el fin de satisfacer las necesidades de la producción de alimentos. Es evidente que el acceso seguro a agua para beber y para la higiene es crucial para mantener la salud; sin embargo, más de 1.000 millones de personas en todo el mundo carecen de agua suficiente para cubrir sus niveles mínimos de salud.

Globalmente, en la segunda mitad del siglo XX, la extracción de agua para fines domésticos e industriales creció en un 400%, el doble de lo que creció para la agricultura, donde en el mismo período el aumento fue “sólo” de un 200%. Por otra parte, los humedales almacenan agua durante las lluvias, la liberan en los períodos secos, y la purifican de muchos de sus contaminantes; pero desgraciadamente durante el siglo XX el planeta perdió más de la mitad de los humedales. Por otra parte, los bosques reducen la erosión y la sedimentación de los ríos y recargan el agua subterránea; pero desgraciadamente también los bosques están sufriendo el acoso del desarrollo insostenible. Y en el siglo XXI no parecen ir mucho mejor las cosas para este viejo problema, que se reactiva de nuevo, como viene ocurriendo, decenio a decenio, desde hace ya demasiado tiempo.

Como se muestra en el siguiente mapa, los problemas asociados a la escasez de agua en el planeta, tanto por ausencia física de la misma, como por carencias económicas para su gestión, es mucho mayor en los continentes y comarcas del Sur que en las del Norte.

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Pero, con carácter general, hablando de todo el planeta en su conjunto, se podría decir que no hay una escasez mundial del agua como tal, aunque, bajando al detalle, son muchos los países y regiones concretas que necesitan una solución urgente a los problemas críticos que se les presenta por el estrés hídrico, por tanto el problema debería ser tratado en su conjunto, considerando el agua como un recurso potencialmente suficiente, pero a la vez escaso en su accesibilidad; enfocando el problema más hacia la gestión del agua disponible y su redistribución, que a la disponibilidad en sí.

Sin embargo, lo cierto es que las anomalías pluviométricas, tanto en la distribución espacial como en la temporal de las precipitaciones, que el cambio climático está produciendo ya en todo el mundo, y que seguirá produciendo cada vez más en el futuro, creará serios problemas para mantener la disponibilidad permanente de agua para todo y para todos, que sin duda sería muy deseable, pero que, tal como van las cosas, no deja de parecerse bastante a una utopía.

Desde todos los puntos de vista, el agua es nuestro recurso natural más importante. Más del 70% de la superficie del planeta Tierra está cubierta por agua. En los océanos se encuentra el 97,5% del agua planetaria, pero en forma de agua salada, y el resto, es decir sólo un 2,5% del total es agua dulce, pero la mayor parte de ésta no está en forma líquida, sino en forma de hielo, fundamentalmente en la Antártida, el Ártico, glaciares, etc., lo que complica su acceso y utilización. No obstante, lo cierto es que la cantidad de agua potable en el mundo sería suficiente, si pudiéramos disponer de ella, dónde y cómo quisiéramos.

Pero la realidad es que existen enormes desigualdades entre unas áreas y otras del planeta. Analizado el problema globalmente, resulta que de los 2.100 millones de personas que no disponen de agua de forma segura, 844 millones no tienen ni siquiera un servicio básico de agua potable. Esto incluye a 263 millones de personas que tienen que emplear más de 30 minutos en cada viaje que hacen para recoger agua de fuentes que se encuentran lejos de su hogar, y 159 millones que todavía beben agua no tratada, de muy dudosa salubridad, procedente de fuentes superficiales no vigiladas ni controladas.

En cuanto a las temperaturas planetarias, en una reciente publicación de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) se señala que el 2017 va a ser uno de los tres años más cálidos registrados hasta ahora en el mundo, y al mismo tiempo uno de los que han presentado más episodios de efectos devastadores, como huracanes catastróficos y crecidas, alternando éstas con enormes sequías. A lo que hay que añadir que los indicadores del cambio climático a medio y largo plazo, como el incremento de las concentraciones de dióxido de carbono, el aumento del nivel del mar y la acidificación del océano, siguen apuntando previsiones nada optimistas.

La cubierta de hielo marino del Ártico continúa estando por debajo de la media, y la extensión del hielo marino de la Antártida, que se ha mantenido estable durante siglos, está alcanzando en la actualidad niveles mínimos, nunca registrados antes.

Las temperaturas del planeta, desde enero a octubre de 2017, han alcanzado una media global de aproximadamente 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales, lo que en términos estadísticos de tendencia del clima es muy mal síntoma. El resultado, de momento, es que el período de 2013 a 2017 será el quinquenio más cálido jamás registrado.

El mapa de anomalías de las temperaturas medias planetarias, respecto al treintenio de referencia, 1981-2010, es el que se presenta a continuación; en él que puede apreciarse como la peor parte del calentamiento anómalo corresponde a las altas latitudes del Norte, con lo que el deshielo del Ártico se ha incrementado notablemente. El sur de Europa, concretamente en sus costas mediterráneas, presenta también altas anomalías, siendo España, y dentro de ella algunas comarcas de Andalucía, las que han registrado temperaturas medias del orden de más de 2 ºC, por encima de sus valores de referencia.

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Para el futuro, pero no un futuro muy lejano, sino el futuro en que vivirán nuestros hijos y nietos, ambas variables meteorológicas, las precipitaciones y las temperaturas, nos crearán bastantes complicaciones, en un caso por defecto y en el otro por exceso, complicaciones que tendrán importancia notable sobre nuestras condiciones de vida, e incluso sobre nuestra salud. Por tanto, todo lo que hagamos para moderar sus efectos será beneficioso para nosotros, y cuanto antes empecemos a tomar medidas de adaptación, tanto mejor para todos.

Refiriéndonos al sur europeo, en concreto España, y tanto más cuanto más al sur dentro de ella, nos espera una disminución de la precipitación anual, con un aumento del número de tormentas fuertes, con precipitaciones muy intensas, lo que dará lugar a frecuentes inundaciones, si no se prevén y mantienen los canales de descarga naturales; es decir la lluvia total será menor, pero acumulada en pocos e intensos episodios, por lo que vendrán acompañadas de un aumento de las sequías “intra-anuales” e interanuales. Y, para acompañar a estas sequías, la temperatura media seguirá en ascenso, con elevadas máximas absolutas y olas de calor. Lo que, a fin de cuentas, no será sino el clima que la humanidad, se ha ganado a pulso.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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