La figura del ‘acomodador‘ del Festival de Mérida es clave para el normal desarrollo del certamen. Y es que las caveas del Teatro Romano son complicadas para recorrerlas sin el peligro de poder tropezar. Encontrar tu localidad en un espacio en el que se sientan hasta tres mil personas es un juego divertido que sería un caos, sino es por la ayuda inestimable de los acomodadores.
Son muchos los emeritenses que han trabajado en el equipo del Festival como ‘acomodador’, una preciosa palabra que con el cierre paulatino de cines y teatros ha ido perdiendo su vigencia. Pero en Mérida, los mantenemos. Incluso, en alguna edición, con vestimenta diseñada por David Delfín. Hoy en día lucen su camiseta corporativa, acompañan al espectador a su asiento, encienden las linternas para que no haya tropiezos y se encargan de recordarle, a los ‘olvidadizos‘, que está prohibido realizar fotografías con flash durante las representaciones.
Para la 59 edición han escogido ya a 24 jóvenes, con una media de edad de 25 años. El 90% repite experiencia. El resto, ha sido contratado a través de entrevista personal. Como curiosidad, el Festival cumple con la Ley de Paridad, puesto que doce son chicos y otros doce, chicas.
Ser acomodador del Festival de Mérida, supone, para la mayoría de ellos, un ingreso extra cada verano. Su trabajo es sólo durante las horas de representación. Son los responsables también de recoger y colocar los cojines. Y entre ellos, se genera una relación casi familiar. Son, en el fondo, afortunados, puesto que disfrutan de las obras varias veces, y comparten experiencias con los repartos y equipos técnicos de cada una de las producciones. Los acomodadores, forman parte del paisaje de nuestro Festival cada verano.