Si hay una zona en Extremadura donde hay más tesoros “de moros” existen es sin duda el legendario Monte Jálama, en la bella Sierra de Gata.
En Acebo, los seguidores del profeta, mientras abandonan la que fue su tierra, lloran dirigiéndose al monte Xalama:
“Jálama, Jalamita
no lloro por ti
sino por la plata y el oro
que quedo en ti.”
Uno de los libros de tesoros que aún se conservan y que estuvo en poder del buscador de tesoros e investigador impenitente Don Vicente Maestre afirma que :
“En la Sierra de Jalama se hallará la cabeza de un moro en una peña y en otra la de un carnero hechas a pico y en el medio cavarán y hay una gran fortuna. Tiene quien la guarde”.
Afirma Maestre que otro buscador de tesoros, llamado Juan Antonio Córdoba (“hombre formal y muy viejo”) le aseguró que él vio la cabeza del moro y el hueco donde unos exploradores cavaron y sacaron el tesoro sin que guardián alguno se opusiese.
Pero todavía quedan cientos de tesoros en el Jalama a la espera de descubridores intrépidos y suertudos. Así que, sin movernos de la hermosa serranía, sigamos los pasos que marca Domínguez Moreno y entre pinares y robles, busquemos la mirada de un gato retratado en un canchal próximo a la ermita de la Virgen de la Peña, en Perales del Puerto, porque marca el punto exacto en el que los moros de la comarca ocultaron sus riquezas.
En la misma sierra, cerca del Regato de las Chivas, en Torrecilla de los Ángeles, los moros dejaron grabada en una peña una cabritilla, así como una llave y un cerrojo, elementos que indican la localización del tesoro. Y es que ya advierte la copla que:
Aquel que descifre
el letrero del moro,
comerá con cuchara de plata
y arará con reja de oro.
Pero quizás el más buscado de ellos sea el legendario Tesoro del príncipe Bura, del que se afirma que algunos encontraron su escondite, pero que después de recorrer varios metros de un túnel, una gran nube de mosquitos que guarda el tesoro impide que los osados se hagan con el tesoro.
Y hasta algún vecino anónimo y ocurrente (a quien animo desde aquí a firmar estos atractivos versos) decidió ofrecer las pistas del tesoro en décimas o espinelas, “por el interés histórico y por si hay suerte y alguien lo encuentra”. El tesoro, desde luego, está en su ingenio:
“En tiempos antiguos, muy lejanos
escondieron, y sé ,que hay un tesoro
muy oculto, se dice ,por los moros,
aunque bien pudiera ser, por los cristianos,
por aquellos caballeros, castellanos,
que lucharon rescatando nuestro Valle,
que en la lucha tuvieron el detalle
de dejarnos tantos “oros” escondidos
protegiendo de ladrones y bandidos
el tesoro que será…de quien lo halle.
El secreto lo guardaba un tal Vicente
Maestre de apellido, y escritor
que de tantos tesoros, sabedor
numerolos de uno a mil, arteramente,
consiguiendo de esta forma, inteligente,
referirse a los tesoros con su “clave”
y así “el doscientos dos” nos da la llave
del tesoro de Jálama en la cueva
donde siempre, cuando llueve y cuando nieva
el pastor mete el ganado que le cabe.
El tesoro dice el libro, que es de oro
muchas barras de metal en la salvilla,
los lingotes que trajo de Sevilla
el Principe de Bura,insigne moro,
y conviene tambien que sepa el Foro
que el Príncipe, infeliz, llamado Bura
se nos vino a vivir a Extremadura
escapándose de aquel su Califato
de Córdoba, que incluyo en el relato
como ejemplo, por su hermosa arquitectura.
Yo, el tesoro, si lo encuentro me lo llevo
porque tengo una ventaja convincente
la noticia que me diera un confidente
que viviera en San Martín en el Medievo,
“que en la falda que mira para Acebo
está el oro, escondido bajo tierra
en la cueva socavada a media sierra
esperando que vayamos a buscarlo
para luego, venderlo y disfrutarlo
muy ajenos al mundo y a la guerra…
Pero dice el libro, confortante
que pudiera que nadie lo encontrara
y el tesoro para el resto se quedara
bajo tierra sepulto, y no obstante
aconseja se sea perseverante
y si, al fin, quien así busca el dinero
fracasa en su ambición, de tesorero,
que se juegue “el parné” a la lotería
y que busque un día y otro día
el tesoro en la suerte del lotero”.