El becerro de oro, ese dios pagano al que los israelitas adoraron en el desierto dando la espalda al dios de Moisés, vino a ocultarse a Extremadura.
Numerosos lugares de nuestra tierra, de los que ya hablaremos, pueden presumir de guardar en sus entrañas becerros de oro, pieles de bueyes rellenos de monedas y fulgurantes tesoros astados.
Y a veces, solo a veces, la leyenda se hace tan real que termina dando nombre a un valle, a una fuente, a un prado, a un cerro e incluso a un pueblo entero.
Ya sabemos que tesoros y moros van indisolublemente unidos en Extremadura, y así le contaba Eugenia Martin, al investigador Felix Barroso, la historia de cómo su marido Jose Reaño, cuando hizo el servicio militar en Melilla, oyó contar “a un moro” que en el Valle de los Becerrinos, en su misma alquería de Aceitunilla, existía un tesoro de un valor incalculable.
Y no solo lo decía el moro, que también lo dice la copla:
“En los propios Becerrinos
Hay un tesoro en monedas
Que está muy bien enterrado
A coz de una madroñera”
Y madroñeras hay también en Las Casas de Belvis, un lugar donde las tierras son llanas y fértiles, muy adecuadas para el cultivo de cereales, olivos, viñas y frutales, por lo que los romanos edificaron sus lugares de descanso para los viajeros, posadas y tabernas. Allí se encuentra la Fuente del Toro, donde se cuenta que los antiguos romanos, ante el temor de ataques enemigos, guardaron todo sus oro en un sarcófago y lo envolvieron en una piel de toro, para después arrojarlo a la fuente, de donde viene su nombre. Lo cierto es que allí se han encontrado restos de mosaicos, así como un sarcófago y una inscripción que ahora ocupa el dintel de un corral cercano.
También un emblemático prado del monte de Ahigal lleva el sugerente nombre del “Prao del Toro”, que tiene esa denominación porque en ese lugar antaño se encontraba la escultura de un morlaco en piedra granítica, lo que viene a ser un verraco. Y como ya sabemos que siempre se ha creído que donde hay un verraco hay un tesoro, la estatua fue destruida en su totalidad para rescatar el oro que llevaba dentro y sus piedras fueron a parar a la pared del cercado.
En Pasarón de la Vera el insigne investigador Publio Hurtado hace alusión a un cerro del Verraco, en el que había un toro petrificado con esta inscripción entre los cuernos:
“Donde mira el toro
Está el tesoro”
No es que la inscripción sea la bomba en cuanto a originalidad, pero es bastante clara, que al fin y al cabo es lo que importa… Porque si hablamos de inscripciones y cartelería taurina no podemos abandonar la pluma sin mencionar al único pueblo con cuernos en el nombre. La plaza de Segura de Toro, (pueblo con leyenda de Reina Mora) acoge una gran escultura de granito prerromana que representa un toro.
Se cree que este toro de piedra se talló en época celta, junto con otros que desaparecieron. En una época posterior los consideraron como símbolos de malos augurios y fueron arrojados a la garganta. Años después intentaron rescatarlos, pero solo consiguieron salvar éste y sin cabeza.
Cuenta nuestro ínclito historiador Jose María Domínguez Moreno que hallándose en el antiguo emplazamiento fue destrozada a golpes de marra con la intención de desprender la capa de cantería que, según la creencia popular, era poco menos que la piel que cubría la auténtica estatua de un bóvido de oro.
Madoz, al referirse a las antigüedades segureñas ya citaba al “corpulento toro de piedra berroqueña, perfectamente trabajado, el cual está caído sobre el lado derecho; un berraco o cerdo de la misma piedra, que hoy forma parte de la pared de un huerto”.
Sobre el lado descubierto dicen algunos que se leía un enigmático letrero:
“El que me rodee del otro lao
será afortunao”
Los buscadores de riquezas consiguieron dar la vuelta a la gigantesca escultura, encontrando no el tesoro soñado, sino otro letrero que, con mucha guasa, se reía de los forzudos mozos y que decía:
“Ahora que estoy volteao,
me quedo más descansao”.
Mucha gracia no le hizo a los buscadores de tesoros, que enojados por la tomadura de pelo, la emprendieron con la imagen de piedra y la destrozaron. Y es que hay gente con muy poco sentido del humor. Especialmente cuando hay cuernos por medio…