El domingo pasado leí en HOY una carta al director tronchante, tanto por su hilaridad cómica como su manera directa y sencilla de contar cosas muy cotidianas.
Su autor, Diego Algaba Mansilla, esta claro que tiene que ser un cachondo mental. Personalmente no lo conozco, o creo que no lo conozco, pues ya saben que en ciudades tan pequeñas como ésta al final de una u otra manera todos nos conocemos. Lo que sí tengo claro es que debemos de tener muchas cosas en común, ya que me identifico con él en muchos aspectos.
Lo de los Buffet de los hoteles es una causa perdida. Yo también soy de un simple café con leche, y a lo mejor apenas media tostada, cuando estoy en casa claro. Es salir a desayunar fuera y no vean los desayunos que me meto para el cuerpo. A veces hasta tomo zumo natural recién exprimido, que no lo tomo en la vida.
Con los desayunos de los hoteles me pasa igual. Me privan, y me pongo hasta las trancas. Se me cae el alma a los pies cuando veo que mi novia se contenta con algo de fruta y si acaso una tostada.
¡Yo lo pruebo todo! Ingiero suficiente cantidad de calorías como para no tener necesidad de tomar alimento en varias semanas. Más de una vez, alguno de estos súper desayunos me ha costado el no poder disfrutar plenamente de una feliz mañana de playa o visita cultural.
Gula lo llaman, sí, y será un pecado capital, pero uno de los mejores. Ahora tengo un truco. Voy directamente a los huevos con bacon. ¡Que delicia! Yo no sé si será que en casa me da pereza preparar un desayuno así, pero es que no se me ocurre. Quizás será que nos gusta la comodidad de que nos lo den todo hecho y esto despierta aún más nuestro apetito.
También me reí mucho con lo que cuenta el autor de su encuentro con su jefe en carnavales.
Yo aún no he visto a mi jefe disfrazado de oso, Dios me libre, pero siempre me ha dado por pensar en la absurdez de muchas situaiones que se dan en estas fiestas.
El último lunes de Carnaval, cuando volvía del trabajo conduciendo mi coche, presencié como un conductor de mediana edad disfrazado de conejo me increpaba por no haber puesto el intermitente.
Imaginen mi cara, observando como un hombre hecho y derecho al volante de un BMW te grita cabreado con esas orejas y ese bigotillo tan gracioso.
¡A pesar del cabreo del conejo, yo no podía dejar de reír por lo absurdo de la situación! ¡Me estaba gritando un conejo! Ese mismo día, cuando llegué a casa, me encontré en mi portal a un señor vestido de ramo de flores discutiendo con una esquimal porque habían perdido las llaves del piso. ¡Para mondarse!
Don Diego Algaba Mansilla, como me gustaría conocerlo y tomarme una copa de LOCH LOMOND con usted. Desde este humilde blog ya cuenta usted con un seguidor. No deje de regalarnos sus cartas regadas con tanto buen humor y aderezadas con ese toque de cotidianidad que las hacen tan deliciosas.