El hombre amigable se enamora perdidamente de la mujer que no quiere saber nada de los hombres ni de compromisos y llega un día en que ligeramente abatido —aunque es un hombre que no se desalienta fácilmente—, decide establecer, con la connivencia de la mujer que no quiere saber nada de los hombres ni de compromisos, una relación de amigos con derecho a esporádicos roces, a lo que la mujer que no quiere saber nada de los hombres ni de compromisos le dice que “puede” pero con “condiciones”, a saber: que se cambie de sexo, que se comprometa con una religión minoritaria y entregue su vida a la meditación, a lo que el hombre amigable le responde que “sí” pero con “una condición”, pues no quiere abusar: que los primeros miércoles de cada mes bisiesto la mujer que no quiere saber nada de los hombres ni de compromisos le dé permiso para visitar a su anciana madre en la residencia, a lo que la mujer que no quiere saber nada de los hombres ni de compromisos le dice que no, por supuesto.