El hombre tranquilo permanece sentado sobre el edredón mientras la mujer que quiere salvarse achica el agua que ya está alcanzando, pese sus esfuerzos, la parte baja del somier. El hombre tranquilo le susurra a la mujer que quiere salvarse que no se esfuerce y que se deje llevar. Porque cuando el agua les cubra por completo y sean una sola cosa, dejarán de existir, y disfrutar, gozar es lo único que debe importarles. Pero la mujer que quiere salvarse no quiere oír que va a morir. Por eso, sigue achicando agua, a pesar de que sabe tan bien como el hombre tranquilo que disfrutar, gozar es lo único a lo que aferrarse. El hombre tranquilo se incorpora y toma de la mano a la mujer que quiere salvarse, la desviste sin que ella diga una sola palabra y hacen el amor como si estuvieran a punto de morir y el orgasmo les permite respirar bajo el agua para siempre.