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Marcos Ripalda

De subir a la montaña me canso

El reverendo asqueado de la religión conoce a la prostituta cansada de leer novelas románticas

El reverendo asqueado de la religión conoce a la prostituta cansada de leer novelas románticas en el ultramarinos de la esquina. El reverendo asqueado de la religión encuentra encantadora la forma en que la prostituta cansada de leer novelas románticas apoya su tripita en el congelador para rebuscar entre las tarrinas de helado una que sea de vainilla y chocolate. Tras el diálogo insulso que mantienen acerca de lo calurosa que se ha puesto la tarde, el reverendo asqueado de la religión la invita a tomar una copa.
La prostituta cansada de leer novelas románticas está pidiendo ya su cuarta cerveza y le advierte al reverendo asqueado de la religión que ella no es una chica fácil. También le cuenta lo mucho que ha llegado a odiar las novelas románticas. El reverendo asqueado de la religión le dice que él solo ha leído la Biblia y algunos libros de teología, pero que está pensando seriamente en leer una novela de sentimientos. De niño, reconoce el reverendo asqueado de la religión,  sí que leyó algún tebeo, alguna novelita de Zane Grey que su abuelo se dejaba a veces en una banqueta del cuarto de baño, pero ya no se acuerda bien.
Cuando salen del bar, la prostituta cansada de leer novelas románticas va un poco piripi y se apoya en el hombro del reverendo asqueado de la religión más que nada para no pegarse un trompazo. El reverendo asqueado de la religión le informa de que él no conduce ni tiene coche, pero vive muy cerca de allí y ella puede quedarse en la habitación de su madre, que en paz descanse. La prostituta cansada de leer novelas románticas balbucea algo que puede ser un “vale” pero que no es un sí ni un no, aunque al reverendo asqueado de la religión lo mismo le da a estas alturas de la noche.
Como el reverendo asqueado de la religión vive en un bajo no tiene que preocuparse de cómo meterla en el ascensor o de cómo subirla por la estrecha escalera.
La prostituta cansada de leer novelas románticas cae como un saco sobre la alfombra del salón y ahí se queda, con una pierna doblada de mala manera sobre la otra. El reverendo asqueado de la religión, que también se ha tomado alguna copa por no resultar antipático, se va a su cuarto y se sienta en la cama de unochenta. En la mesilla está la Biblia. Se incorpora y arroja el libro a la papelera. Aunque ha renegado de la religión, espera que todo salga bien. Se duerme vestido.
La prostituta cansada de leer novelas románticas abre un ojo y observa el decorado que hay delante de ella. Una mesa camilla, un cuadro con un gondolero, un sillón orejero. Se va acordando del curita y de que perdió la cuenta de los gintonics cuando se le puso a hablar de su renuncia a la fe, qué tío más plasta. Descubre que el bolso está intacto y que se ha roto las medias. Se incorpora y siente la boca estropajosa y un dolor agudo en el vientre. Lo que viene, le sube deprisa. Vomita. Como tiene ya práctica en estos lares, consigue que el mejunje caiga dentro de un cuenco-florero que hay sobre una mesita baja con revistas de la Editorial Católica, folletos de campamentos urbanos y algún número atrasado de Pronto.
El reverendo asqueado de la religión, que ha visto toda la escena porque no ha pegado ojo en toda la noche con tanta tentación subiéndole y bajándole las ganas, le dice a la prostituta cansada de leer novelas románticas que no se preocupe, que es natural teniendo en cuenta todo lo que se bebió. La prostituta cansada de leer novelas románticas le pide un vaso de agua y una tortilla de paracetamoles y el reverendo asqueado de la religión le dice que de eso no tiene pero que le puede dar una aspirina.
En el vestíbulo, la prostituta cansada de leer novelas románticas le besa la mano al reverendo asqueado de la religión y se marcha en un taxi. Al cerrar la puerta, se acuerda de que tiene que limpiar a conciencia el cuenco de las palomitas donde potó la muy cerda. Esta expresión, que no pronuncia en voz alta, le atemoriza unos instantes, pero se recupera enseguida. En la tele echan una de romanos y a Jesuscristo lo van a crucificar en breve. El reverendo asqueado de la religión sonríe para sí mientras frota el cuenco a conciencia, y hasta suelta una carcajada.

Responsable de Diseño en el Diario Hoy de Extremadura desde 2012. Escritor de relatos breves donde aplico la máxima de la Escuela Postirónica: "Hablar de unas cosas para decir otras" . Soy consciente de mi ignorancia.

Sobre el autor

MARCOS RIPALDA es licenciado en Periodismo, diseñador gráfico y cuentista postirónico, término que él mismo acuñó con el beneplácito de su madre. Actualmente es el responsable de Diseño del diario HOY. CARMURA LENTEJA es ilustradora.


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