La raíz del problema nunca ha sido -como nos dijeron en su día los expertos-, la falta de interés sexual de la terrorista, sino el vacío informativo que se instauró en todos los medios de comunicación de la zona. Qué duda cabe de que, aunque la terrorista hubiese perdido el apetito sexual, aquel factor no la imposibilitaba para poner bombas o secuestrar al empresario de turno. De hecho, argumentaron los últimos expertos consultados, puede que precisamente esa falta de interés sexual, esa represión inconsciente de sus más íntimas y despreciables bajezas, la haga, incluso, más peligrosa, pues tiene que descargar todo ese torrente de energía que no ha gastado en acciones violentas, acciones que casi siempre están diseñadas para provocar heridos, mutilados, muertos y, sobre todo, muchísimo dolor a las familias.
La terrorista, ajena a estas disquisiciones sobre si se le han ido las ganas de follar o no, sigue preparando el secuestro que, sospecha, la encumbrará en algún puesto clave de la organización que ella misma dirige. La terrorista planea secuestrar al hijo sarasa de un comerciante de bobinas de hilo que ha hecho fortuna en el extranjero evadiendo sanciones administrativas de las molestas burocracias, lo que le ha permitido contratar mano de obra a coste cero y conocer gente muy bien situada a la que hacer favores que serán debidamente correspondidos, obviamente, cuando sea necesario. Hasta aquí, lo normal. Y no habría nada que objetar, de hecho, si algunos chanchullos y chapuzas no los hubiera aireado cierta prensa más interesada en el bien común que en el propio y que no supo -o no pudo, apuntan fuentes confidenciales- poner el cazo en su día, y ahora se dedica a criticar hasta la apertura de hospitales y obras de calado social que sirven, qué duda cabe, para enjuagar la mala imagen que las empresas del comerciante transmiten a ciertos ciudadanos desorganizados que, aunque tienen toda la razón, carecen de la necesaria voz. Así que la terrorista malfollá, que es como se la conoce coloquialmente en el comité de expertos que estudian su caso y también el de un monitor de pilates con tendencia a la depresión, especialmente cuando ciertos atletas fingen que la práctica de spinning es infinitamente mejor para fortalecer el músculo cardíaco que el ciclo indoor, se enfrenta a la disyuntiva de si pedir, por un lado, una cantidad razonablemente elevada que le permita retirarse a medio plazo, teniendo en cuenta que no se va a dedicar toda la vida a ser una terrorista -esto lo tiene claro desde el primer día que se metió en harina-, o bien pedir, por otro lado, un rescate desorbitado con el que poder regatear e ir bajando la cantidad poco a poco, en sucesivas llamadas que pondrían al empresario y a su familia histéricos y, finalmente, cobrar el rescate pactado, que le sería entregado en una mochila cochambrosa en algún paraje siniestro y oscuro, sin cumplir, por supuesto, la otra parte del trato, que consistiría en la liberación del hijo sarasa, que no tiene culpa de tener el padre que tiene, pero bien que se ha aprovechado, sano y salvo, acción que la terrorista no llevaría a cabo, a menos que tuviese poderes sobrenaturales, pues le habría descerrejado un tiro en la cabeza en cuanto se hubiese subido al coche y luego lo habría dejado en alguna zanja cubierta con hormigón sobre la que el constructor de turno, una vez solventados los problemas con el consistorio mediante cheque al portador o, en su defecto -y preferiblemente-, sobres más o menos abultados dependiendo del escalafón al que se dirigiese, levantaría un complejo de apartamentos de ínfima calidad para pobres con vistas a patios interiores.
En cualquier caso, la terrorista, que, como ya hemos adelantado, no sabe nada de este comité que estudia la posibilidad de que tenga algún desorden hormonal o menopausia precoz que la imposibilita para sentir deseos sexuales o que, al menos, le niega la posibilidad de darse lo que cuidadosamente han denominado “un respiro” ante tanto exceso de realidad, desinformación y mala idea, ha decidido, conforme avanzaba en la logística del secuestro, que se va a pegar un volteo por el bar de moda para tomar un poco el aire y que se le quite este dolor de cabeza tan horrible que se le ha levantado de haber estado mirando planos y rutas de escape alternativas y ha decidido, en un arranque de improvisación nada frecuente en ella, que si le gusta algún hombre lo mismo hasta se lo tira, futurible que, de llevarse a cabo, supondría la inmediata disolución del comité de expertos que estudian su caso y el del monitor de pilates con tendencia a la depresión porque los fondos asignados les serían inmediatamente retirados si saliera a la luz que la terrorista frígida obviamente no lo es, como sustentarían inequívocamente las pruebas que tendrían si tuviesen la más remota idea de dónde está la terrorista de los cojones y cuál será su siguiente movimiento, exceptuando el más que probable revolcón que se va a dar la militante de la célula terrorista de un solo miembro y que, sin ser ni guapa ni simpática ni falta que le hace, tiene sobrados recursos para ligarse a un tío.