Diario de un Controller Financiero en Malawi, domingo 27 de octubre de 2013
Es domingo, 27 de octubre de 2013. El lunes Mr. Nkhane, mi profesor de Chichewa (lengua de Malawi), me dio plantón y mientras esperaba en la puerta de la escuela “Pilar Alonso”, se me fueron acercando mis amiguitos. Después de jugar al balón, jugar a peinar el pelo liso Mzungu (de la mujer blanca), y reír, quedé con ellos este domingo a las 4 p.m, después de trabajar, para pintar con colores y en hojas de papel.
Quiero hacer un inciso. Pilar Alonso es una voluntaria de África Directo que construyó una escuela en Njewa Village. Pilar tenía el compromiso de “recoger” a los niños “del campo”, unas horas al día, darles algo de comida, y algo de formación.
Para los que no conozcan África, para los niños es toda una novedad que un adulto juegue con ellos, les motive, hable con ellos… Que conste que mis palabras en Chichewa son escasas, pero la comunicación fluye entre nosotros de manera sorprendente. Los niños de Malawi no tienen lapiceros de colores, ni libretas de las “Stars Girls” o del “”Super Red Car”. Pero pintar con colores y en papel blanco es toda una fiesta. Para esta actividad, sólo tienen una libreta de hojas ralladas que da el gobierno en las escuelas.
A medida que cruzaba el pueblo de Njewa, se me fueron acercando niños como si fuera el flautista de Hamelin. Pensando en la actividad, llevaba en el bolso una caja de 24 colores, que me había dejado Ricardo Baptista, mi amigo portugués en su visita a Alinafe, y algunas hojas en blanco.
Por supuesto, también estaba Fernando esperándome, feliz, con su rosario rojo colgado del cuello, y con una cara como un sol radiante nada más me vio llegar.
Nos sentamos a la puerta de la escuela porque no teníamos llave para entrar, y esperábamos que la naturaleza nos inspirara en nuestra creación de vida sobre un papel. De todas formas, si hubiésemos tenido llave tampoco hubiese cambiado mucho la cosa, porque la escuela, por ahora, no tiene pupitres ni asientos, sólo una pizarra.
El suelo es una extensión de nosotros en África. Ellos se sentaron tan cerca de mí como pudieron, e incluso alguno de los pequeños se puso a llorar porque quería estar cerca de Bitrix, que es como me llaman. Ya no soy la mzungu del hospital de Alinafe.
En total fuimos 24 artistas y muchos admiradores, ya que se fueron agregando más y más niños de la zona… e incluso se acercó Petro, un niño adulto de 30 años, casado con una bella mujer y con un hijo.
Los árboles en África tienen ojos y boca, te ven y se lo cuentan al viento para que todos se enteren. Petro me provee a veces de proteínas, me lleva a ver pollos y luego, sin que yo lo vea, sacrifica al “elegido” y me lo lleva a casa troceado. Si no fuese por Petro, en Alinafe solo comería hoja verde, tomate y cebolla.
Petro me dijo que él también pintaba, con lo que se sentó entre nosotros, y se puso a pintar la chaqueta de un traje y un mono.
Y así pasamos la tarde de este domingo: Feliz, yo sin pintar, porque al final había más artistas que lapiceros de colores. Ello implica, Ricardo Baptista, que tienes que volver con más lápices de colores. Todos estaban felices, con sus caritas relucientes, sus ojos vivos y una vida por delante… para todos nosotros.
Fue cayendo la tarde y el campo se tornó de color caramelo, como a mí me gusta. Nos hicimos unas fotos, gracias a la cámara que Carmen Vázquez, mi compañera Pediatra con la que compartí el inolvidable mes de agosto en Alinafe, y que me la regaló antes de irme, mientras me decía: “quédatela y haz fotos que los secuestradores y ladrones Tanzanos no te paren” (Ya sabéis que sufrí un asalto en Tanzania).
Me llevé a los niños cogidos de la mano, tres y cuatro niños por mano y, los demás, tan cerca como era posible. Abandonamos nuestro lugar de creación esperando que llegase el próximo domingo a las 4:00 de la tarde. Y entonces decidí que el próximo domingo seguiríamos sentados en la tierra de África.