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Marcos Ripalda

De subir a la montaña me canso

imagen, Lectura de una

Hace tiempo que no escribo. Aunque he estado leyendo a Gombrowicz, a David Foster Wallace y ahora un ensayo sobre True Detective, donde se incluyen relatos de H. P. Lovecraft, Friedrich Nietzsche, Dashiell Hammett y Arthur Schopenhauer, entre otros. Y el asunto no queda ahí. Pendientes están Las palmeras salvajes de Faulkner y El hombre del castillo, obra del autor de la novela que inspiró Blade Runner y que la pereza me impide buscar en Google. También puede que caiga, a modo de desengrasante, algún tebeo, aunque estoy de superhéroes bastante cansado. Miento, tampoco lo estoy tanto tras visionar la macarrada de Los Guardianes de la Galaxia. O sea, que ocupado estoy. Y luego están las tareas de los niños, el gimnasio, comer, relacionarse (poco), dormir, perder el tiempo en Facebook (no siempre), ojear alguna revista, ponerse un disco de este año, capturar el momento (en fotografía, si es posible), echar aceite al coche, madurar, no desesperar, convertir a MPG4 el AVI del video donde éramos mucho más jóvenes, y la ilustradora, Carmen, que me escribe vía email que no le haga ‘escrache’, que me ha mandado una ilustración para otro cuento (siempre estoy pidiendo), pero el cuento al que se refiere ya está publicado con su ilustración correspondiente, así que con la ilustración que me ha enviado, me decido a escribir un relato que cuadre con la imagen (un niño que tira de una sábana/prenda grande que se encuentra en una lavadora —a la que hace referencia el relato anterior, que se puede leer a continuación de éste, y no antes—).

No voy a mentirles (a ti sí, Carmen) y voy a tirar de oficio para que este relato no se desinfle. Como les contaba, hace tiempo que no escribo. Y para ser completamente sincero he enumerado una serie de actividades/razones/compromisos (relacionados con la supervivencia o no) que me parecen más que suficientes para explicar porque me hallo en el dique seco (nota mental: Barton Fink, hermanos Coen, revisión). Por supuesto, tampoco me ha venido la inspiración mientras disfrutaba de unas costillas al horno ni mientras regañaba por decimoquinta vez a mi hijo o cuando, sentado en el inodoro, me dedicaba a terminar un puzzle en el iPad. Se me han ocurrido muchas otras cosas. Emigrar. Salir a comprar tabaco. No volver. Y así. Menos ponerme a escribir, un poco de todo. También se me ha pasado por la cabeza cambiar de trabajo para tener más tiempo. Supongo que más tiempo para buscar otro trabajo, claro. Pero no cuela. Soy tonto lo justo y los milagros no suceden así como así o no suceden en absoluto. Que ahora Carmen me reenvíe una ilustración es de agradecer, pero me coge a la inspiración con la guardia baja, aunque no me amedrento, pues de hecho estoy escribiendo.

Leo un tuit sobre el plátano de Monago y no lo marco como favorito porque estoy de política (o como se diga) hasta la coronilla (hasta los cojones, hablando cristalino). Pujol desaparecido, la infanta diciendo buenos días con cara de campurriana (sí, como la galleta) a la prensa, en el Rockdelux escriben un especial sobre series televisivas más bien flojucho, la niña se va a quedar sin Reyes porque no sabe comportarse y la hemos tenido que borrar de inglés porque ni comía ni dejaba comer (El perro del hortelano —sic—), el Madrid campeón de Liga (supongo), la jeta de Cospedal, el brazo hidráulico del mazas del gimnasio (envidia, dieta protéica, nada de hidratos despues de las siete), Blue Ruin, sorpresa cinéfila del año (hasta que la destrone otra sorpresa), maquetar la guía gastronómica, que pase el visto bueno, que no lo pase, que sí que no, una manguera para apagar el fuego, decidirse a correr como un runner o correr cuando apetezca (pocas, pocas), acordarse de terminar el cuento con las ocurrencias de mi hijo, qué rico cuando quiere, para que Carmen pueda dibujar (más dibujos) y poner la lavadora, por supuesto, poner la lavadora para que el niño tenga su cuento mientras oigo crecer a Boris Vian en el centro de mi corazón, un verdadero árbol como en La espuma de los días, y seguir viviendo en la contradicción, en la falta, en algún lugar entre la indecisión y la pereza, en este mundo en escala de grises o azules lavados que me propone la encantadora Carmen, ya ves.

El caso es que no sé por qué este niño que ha pintado Carmen está empeñado en sacar toda la ropa de la lavadora. Me pongo en el lugar de la madre o del padre e imagino la bronca que le va caer. Aunque lo mismo está haciéndolo porque quiere ayudar a la madre o al padre o se lo ha pedido alguno de sus progenitores o su abuela, que está de visita, al ver que el niño quiere echar una mano y no ser un estorbo (lo que es sin necesidad de hacer nada especial) y, como el suelo estaba recién barrido, no teme (quien sea, lo mismo da) que la ropa se ensucie al ser arrastrada por el chiquillo. Sea como fuere, el niño, básicamente, la está liando y a saber qué intención oculta, si es que oculta algo, que puede ser una tontada o un estropicio de los grandes. Nunca lo sabremos.

En cualquier caso, el niño se lo está pasando pipa arrastrando la sábana. Y como va a seguir arrastrándola por siempre jamás porque el dibujo es estático y no forma parte de storyboard alguno, se va a quedar toda la vida pasándoselo bien y yo envidiándole, por supuesto. Aunque también pudiera estar cabreado (esas líneas más oscuras en la barbilla del niño, Carmen) y está liándola con la manta o la sábana o el edredón porque se le perdió un juguete y teme que su madre o su padre se lo hayan lavado. Desde luego, lo que el niño del dibujo no sabe (o sí, pero esto tampoco hay forma de comprobarlo) es que la manta o la sábana o el edredón jamás van a salir por completo del tambor de la lavadora y no va a haber forma de comprobar si su Transformer o su Spiderman de tela se han ahogado.

Responsable de Diseño en el Diario Hoy de Extremadura desde 2012. Escritor de relatos breves donde aplico la máxima de la Escuela Postirónica: "Hablar de unas cosas para decir otras" . Soy consciente de mi ignorancia.

Sobre el autor

MARCOS RIPALDA es licenciado en Periodismo, diseñador gráfico y cuentista postirónico, término que él mismo acuñó con el beneplácito de su madre. Actualmente es el responsable de Diseño del diario HOY. CARMURA LENTEJA es ilustradora.


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