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Marcos Ripalda

De subir a la montaña me canso

Rascarse el culo

En efecto. Sucede en ese momento incómodo en el que te rascas el culo sin saber que detrás de ti hay una mujer observando. La mujer, por supuesto, no es que estuviera pendiente de ti, no es que supiera que te ibas a rascar el culo, no es que le importe demasiado que te rasques el culo o sí que le importa. Pero tú no sabes nada de esto y bajas la vista y te pones serio y te marchas hacia las escaleras para subirlas lo más elegantemente posible y a la velocidad de la luz.
Rascarse el culo tiene estas cosas y a veces suceden otras que nada tienen que ver con el culo o con que te lo rasques. Por ejemplo, que al haber subido tan rápido por las escaleras (sufres de claustrofobia imaginaria en los ascensores), no te has percatado de que la misma mujer que te ha visto rascarte el culo tomaba el ascensor y se dirigía al despacho-salita en el que vas a tener la entrevista para el puesto de supervisor.
Sí, rascarse el culo, así, bajando la guardia, siendo pillado en el acto mismo de rascarse, tendrá consecuencias.
En el despacho-salita le tiendes la mano a la mujer, la misma mano con la que te has rascasdo el culo, no el culo directamente, claro, sino que has rascado la tela del pantalón de pinza porque se te había descolocado el calzoncillo y por eso te rascaste el culo, para quitarte la molestia, y te preguntas, no es la primera vez que te haces la pregunta, que si no aguantas que se descoloque un calzoncillo largo, un bóxer de toda la vida, sueltecito, cómo puede soportar la tira del tanga una mujer o un travesti o un tío raro, que se mete por ahí mismo, sí, y supones que la entrevistadora, por su vestimenta de abogada inmisericorde, por su rictus de maceta de abuela, esta mujer que te ha visto rascarte el culo en directo y que parece -y digo parece- no darle la menor importancia al hecho de haber visto cómo te rascabas el culo, lleva una de estas bragas de hilo dental.
La conversación, sin embargo, es fluida, jovial. El puesto se adapta a tu perfil. Contestas a las preguntas seguro de ti mismo. Tu lenguaje no verbal es impecable. Le caes bien.
Obviamente estás equivocado.
La mujer, antes de dar por concluida la entrevista, y en el mismo momento en el que le alargas la mano para estrechársela, esta vez  la mano buena, la mano con la que no te rascaste el culo y con la que sueles desahogarte en privado, te dice que la próxima vez evites rascarte el culo, que mires si hay alguien detrás, que no hay problema en tirarse un pedete de esos chiquitos que ella misma se permite, pero siempre vigilando, siempre alerta, porque nunca sabes quién puede estar acechando, pero rascarse el culo, eso no, y sonríe la mujer y sonríes tú y cierras la puerta y te despides del trabajo de supervisor y, mientras caminas, el calzoncillo se te va subiendo y te hace presión en la entrepierna y te rascas el culo tranquilamente porque ya sabes que de supervisor poco futuro tienes.

Responsable de Diseño en el Diario Hoy de Extremadura desde 2012. Escritor de relatos breves donde aplico la máxima de la Escuela Postirónica: "Hablar de unas cosas para decir otras" . Soy consciente de mi ignorancia.

Sobre el autor

MARCOS RIPALDA es licenciado en Periodismo, diseñador gráfico y cuentista postirónico, término que él mismo acuñó con el beneplácito de su madre. Actualmente es el responsable de Diseño del diario HOY. CARMURA LENTEJA es ilustradora.


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