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Israel J. Espino

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De Aullones, Pantarujas, Mantarujas y Pamparamantas

Ilustración: Borja González para Extremadura Secreta/

Ahora que por fin hemos vuelto a meter en los arcones los disfraces de carnaval quizás alguien haya encontrado, en el fondo del baúl, unos viejos y negros ropajes o una tétrica sábana blanca.

Quizás sea ahora el momento de recordar como una fría madrugada de diciembre del año 2005 el encuentro casual del joven José Miguel Gemio en el callejón que une las calles de San Antón y de San Pedro (conocido desde entonces como el Callejón del Miedo) de la medieval villa de Alburquerque puso de moda en toda España una palabra muy extremeña: Pantaruja.

Vestida con una sábana blanca hasta los pies, una capucha atada al cuello con una cuerda y una soga a la cintura, portando un cirio en una mano y una vara en la otra, no dudó en aparecer algunas noches más, una de ellas ante un matrimonio de edad avanzada que venía de un baile en el Hogar del pensionista y se encontró de cara a la Pantaruja, a la que escucharon decir:

  • “Hermanos míos, vamos a rezar un avemaría y un padrenuestro a las ánimas benditas del purgatorio…”

El terror provocado por las apariciones de la Pantaruja de Alburquerque llegó a tal extremo que el programa de televisión nacional  “Cuarto Milenio” envió el 30 de diciembre un equipo a la localidad. El programa emitió el 8 de enero de 2006 un reportaje sobre las extrañas apariciones.

Las pantarujas y las marimantas caminan en las noches extremeña (Jimber para Extremadura Secreta)

 

Pero fue este periódico el primero en levantar la liebre con un artículo de cierre que llevaba por título “Psicosis en Alburquerque”. No era para menos. En una semana se estaba hablando ya de la Pantaruja de Solana, y nadie se atrevía a salir a la calle una vez anochecido.

A las pantarujas en Valdelacalzada se las conoce desde siempre. Antiguamente, en la alameda que acotaba la parte oeste y norte del pueblo y que estaba repleta de chopos, moreras y eucaliptos, Las Pantarujas solían aparecer de noche, vestidas con sábanas blancas y portando algunas cadenas en los pies, de tal manera que tan solo su sonido rechinante asustaba a todo el que las oía.

 

La pantaruja pelele

 

Pero las pantarujas han estado aquí desde siempre. La  noche del 1 de febrero, se celebran Las Candelas en Almendralejo, una fiesta que se remonta al siglo XVIII. En los días anteriores se amontonan leña y trastos viejos que son quemados en las plazas, coronados por pantarujas que arden a las ocho de la noche con el repique general de las campanas del pueblo. También en la época de Carnavales uno de los disfraces más reconocible es un atuendo formado por despojos y harapos. Quien lo lleva es La Pantaruja.

 

La pantaruja asustaniños

 

La Pantaruja, muy maligna, actúa sobre todo por la noche, raptando a los niños que se niegan a dormir, aunque en cualquier momento se puede invocar su presencia para que se lleve a algún infante díscolo. Convertida en uno de los principales asustaniños extremeños, forma parte del imaginario infantil de muchas generaciones.

En otros pueblos de Extremadura, como en Esparragalejo, la tradición de las Pantarujas es distintas: se trata también de un disfraz hecho de harapos, que esconde el verdadero rostro y sirve para asustar, pero no se pone en las fiestas, sino que esconden a los adúlteros y adulteras que salen a encontrarse, para no ser identificados en sus andanzas.

 

Las marimantas

 

En Guareña se las denomina marimantas, y los lugares frecuentados por ellas  eran el Pozo Pajares, el Pozo Dulce y hasta los muros de la Iglesia de Santa María, los cuales servían a la vez de abrigo en las noches más frías.

Respecto a la época, cuando se produce un mayor número de apariciones es en el período de la guerra civil,  alrededor del año 1936, un momento en el que muchas familias tuvieron que separarse y muchas parejas se vieron obligadas a acabar con su relación, porque ésta ya no era bien vista en su entorno. Según cuenta Mónica Flores Cabrera, “los que antes eran novios formales tenían ahora que arrastrar su amor a las sombras y a la  clandestinidad, donde, a ciertas horas de escasa luz, el miedo y la superstición les servían de aliados. Era  muy  importante  que  su  identidad  no  fuera conocida,  ya  que  podía  provocar rencillas y en  consecuencia, la muerte de alguien de la familia. Por este motivo se cubrían todo el cuerpo con mantas”.

En cuanto al hecho de que portaran en algunas ocasiones velas o cirios, no tenía otro fin que el de  iluminar el camino hasta llegar al amado, ya que el alumbrado público municipal se limitaba a varios  faroles de mortecina luz, colocados en las diferentes esquinas, formándose así una multitud de  espacios muertos que eran aprovechados por los amantes.

Si quien se topa de noche con estas pantarujas es un niño, sale huyendo aterrorizado, pero los mozos mayores tienden mas bien a correr a la Pantaruja, persiguiendo al embozado hasta descubrir su identidad y exponerlo al escarnio público.

Pantaruja en La fiesta de la Fuga de la Diabla de Valverde de Leganés (Extremadura Secreta)

 

Sin embargo,  algunas veces el castigo por hacerse pasar por alma en pena es mucho mayor, como ocurrió en la Plaza del Altozano, uno de los más bellos rincones de Barcarrota, donde el amor y la tragedia se mezclaron con un resultado inesperado. Dos jóvenes cuya relación no era bien vista por sus familias se encuentran a escondidas, y la joven se desplaza al lugar de la cita envuelta en una sábana para no ser reconocida. La imaginación popular la convierte en fantasma y el alcalde, celoso cumplidor de su deber, la acecha armado y, una noche le dispara matándola, descubriendo al poco tiempo que no era otra sino su propia hija. Dicen que la cruz colocada sobre la sobria fuente del siglo XVII lo fue en memoria de este luctuoso hecho.

 

Las mantarujas

 

En Mérida se las denomina Mantarujas, y también se aparece en callejones solitarios, cubiertas por sábanas como fantasmas clásicos y ejerciendo de errantes espectros en busca de un merecido descanso que parece no llegar nunca.

 

Las pamparamantas

 

Algo parecido sucede con la Pamparamanta, un extraño ser que aparecía hasta hace unos cincuenta años en Garbayuela y Siruela, cuando en las calles apenas había alumbrado y la gente se encerraba en sus casas al caer la tarde. En las largas noches de invierno, una persona con una manta oscura echada sobre el cuerpo y ocultando su cabeza con una calabaza hueca recorría las calles del pueblo emitiendo un gemido que parecía provenir del interior de la tierra, atemorizando a todo aquel que lo oía. A estos lamentos se le sumaba el ruido que producían las cadenas arrastradas por el suelo rompiendo el silencio de la noche.

Parece ser que la Pamparamanta tiene su origen en una “manda” o promesa que hacía una persona para que se le concediese una gracia. Si esta gracia le concedía debía vestirse de pamparamanta y realizar los ritos que ello conllevaba, como ir al viejo cementerio del pueblo (actualmente una ermita) y dar varias vueltas dentro del camposanto.

 

Las pantarullas

 

También en la localidad cacereña de Almoharín tienen la costumbre de disfrazarse con una sábana blanca, armarse con un garrote y llevar una calabaza vacía a la que colocan una vela. Esto lo hacen para ir por la noche asustando a las gentes (a los futuros yernos y nueras o a quien había terminado con una relación por otra persona…). Son llamados Pantarullas, y el Día de la Maza, celebrado el día de San Antonio, forman parte del acompañamiento en la procesión dónde tienen como misión ahuyentar a los malos espíritus.

En Miajadas y en Alcollarin se les denomina Pantarullas. Aunque aquí lo que ahuecan son sandías, dándoles forma de calavera recortando la boca e introduciéndoles un cirio dentro. El efecto que producía en los niños y no tan niños ver a alguien envuelto en una sábana blanca y con la sandía iluminada por cabeza podía ser verdaderamente aterrador.

 

Los aullones

 

Aullones es el tétrico nombre que reciben en Alcuescar unos seres que, cubiertos con una sábana blanca y llevando largas capas , ocultaban su rostro con capuchas o se colocaban en la cabeza una olla con agujeros dentro de la que ponía una luz. En ocasiones arrastraban también una cadena sujeta a los tobillos para infundir aún más miedo. Cuando salían a  las calles del pueblo lo hacían dando unos terribles  aullidos amplificados por un canuto de cartón a modo de trompeta. Aullando y realizando aspamientos fantasmales rondaban el barrio con aviesas intenciones. En verano las mujeres iban por la noche, con la fresca, a por agua a la Fuente del Castaño, por lo que éste era un sitio predilecto para los aullones.

Pantarujas, pantarullas, aullones o marimantas, lo cierto es que no existe pueblo extremeño sin espectro fantasmal o sin vecino encapuchado. Entre unos y otros, cualquiera se decide a salir de noche si no es con una calabaza iluminada en la cabeza…

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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