A lo largo de la historia todos los padres que en el mundo han sido han utilizado a determinados personajes humanos, fantasmales o monstruosos para atemorizar a sus hijos con diferentes fines: evitar que se acerquen a lugares peligrosos, lograr que se duerman, conseguir que obedezcan…
La mayoría de los asustaniños que vamos a ver no son puramente extremeños, sino que pertenecen a esa gran familia del temor ibérico, mientras que algunos son exclusivamente autóctonos. Unos conservan, algunos se han trasformado con los tiempos y otros se han perdido, como el Bú, un fantasma o ser imaginario emparentado con otro mucho más famoso: el Coco.
El Coco representa el terror indefinible, el miedo ancestral a lo desconocido, a lo que no puede expresarse con palabras. Para el recopilador Manuel Martín es el paradigma del terror individual y propio de cada ser humano. Para Publio Hurtado, la palabra deriva de la griega “kakos”, que significa feo o deforme, aunque a este fantástico nunca nadie ha conseguido verlo, ni mucho menos describirlo, aunque muchos hayamos cerrados los ojos al son de la nana terrorífica más conocida:
Duérmete niño, duérmete ya
Que viene el coco y te comerá.
Duerme, vida mía, que viene el coco
Y se lleva a los niños que duermen poco.
La palabra “coco” está registrada por primera vez en Portugal en 1518, con el significado de “fantasma que lleva una calabaza en la cabeza”, lo que lo emparentaría con nuestras pantarujas, aullones y marimantas, fantasmas ensabanados con los que se atemorizaba hasta hace bien poco a los niños… y a los mayores.
También aterraba La Mano Negra es una terrorífica mano sin cuerpo que oprime el pecho de los durmientes y ahoga a los niños desobedientes. La mano monstruosa va acercándose lentamente a la habitación del niño, anunciando a cada paso su situación:
A la Mano Negra también se la denomina Manona, o Mano Pelúa, como la que recorría en el siglo pasado cierta calle de Ahigal.
Pero si los pueblos tenían sus asustaniños no iban a ser menos enclaves tan tenebrosos como los castillos que tanto abundan en Extremadura. La Caragontía , también llamada Taragontía y Zaragutía es un ser híbrido , una mujer con la parte inferior de su cuerpo en forma de serpiente que vive oculta en las mazmorras y los pasadizos de algunos los castillos extremeños como el de Montánchez y el Alconchel, y que tiene su equivalente en la Tragantía del castillo andaluz de Cazorla.
En el castillo de Azuaga los niños temían a Juan Colorín, con su porra y su candil, y en el resto de Extremadura, aunque no tuvieran castillos, se atemorizaba con una buena plantilla de raptores de niños.
El Tío Camuñas es un personaje que se utiliza en casi toda España para asustar a los niños desobedientes. Sin embargo, existió un Camuñas real, cuya biografía recoge el gran Jesús Callejo en su libro “Ogros, cocos y hombres del saco”. Se llamaba Francisco Sánchez y había nacido en Camuñas (Toledo) en 1762. En la guerra de la independencia los franceses mataron a su hermano, por lo que juró venganza y se convirtió en guerrillero, combatiendo a las tropas de Napoleón, entre las que se hizo popular al grito de “¡Que viene el tío Camuñas!”. Su nombre fue sinónimo de miedo, al menos para los franceses, entre los que se presentaba como un ser terrorífico. De Francia su fama paso a Cataluña. De ahí a Castilla y después al resto de España.
En Alcántara se decía “que viene el pobre”, o “que viene la tia Turrata”, personajes que competían con otro raptor temible: el famosisimo Hombre del Saco, que para Manuel Martín es la encarnación “del miedo a desaparecer, a que nos separen de los que amamos, de nuestra cotidianidad, a ser llevados contra nuestra voluntad y para siempre, fuera del mundo que conocemos, para sumergirnos en un mundo desconocido y pavoroso”. Se le describe como un hombre mal vestido, con un enorme saco a la espalda donde mete a los niños para llevárselos. De carácter eminentemente urbano, su fama se incrementó en el siglo XIX, formando parte de las leyendas urbanas contra la industria que afirmaba que la grasa humana, preferentemente de niños, era fundamental para hacer funcionar determinadas maquinas, como las locomotoras, por lo que lo que una serie de hombres recorrían las calles secuestrando niños para obtener así la grasa que la industria necesitaba.
El Tío del Sebo, el Cortasebos y el Sacamantecas serían la encarnación del miedo a que nos maten sin poder hacer nada sin impedirlo, con el agravante de que sea con una muerte violenta. Va armado con una enorme navaja con la que abrir en canal a los niños que caen en sus manos para sacarles las mantecas. Su origen, por desgracia, es muy real, ya que fue el protagonista de algunos asesinatos que conmovieron a Extremadura a comienzos del siglo XX, debido a que se creía que la sangre de los niños y los emplastos con sus grasas podían curar la tuberculosis.
El mismo origen tienen los Sacasangres, algunos autóctonos como el siniestro Barquero del Colmillo que navegaba por el Guadiana, cerca de Cheles, en busca de nuevas víctimas. Con su presencia se disuadía a los niños de que se acercasen al rio, en ocasiones peligroso. Y es que el agua ha sido siempre un lugar ideal para esconder a todo tipo de asustaniños…
La criatura utilizada para evitar que los niños se acerquen a los pozos y que supuestamente vive en ellos, recibe, entre otros, los nombres de Maruña (Quintana de la Serena) un nombre parecido La Garduña que se esconde en los pozos de Villafranca de los Barros.
En Santiago de Alcántara se afirma que el que vive en los pozos es El Garabatero, mientras que en Orellana la Vieja, en el fondo del pozo Airón vivía el Pezmulo.
Más habitual era que los pozos estuviesen habitados por mujeres, especialmente moras encantadas, o viejas medio brujas como la Moraquintana de Santibañez el Bajo.
El nombre es muy similar al de la Moracantana que se lleva con ella al fondo del pozo a las niñas curiosas que se asoman a los brocales en la noche de San Juan, en Montánchez. Este personaje también vive en los pozos de lugares tan alejados entre sí como Guareña y Cilleros.
Tanto monta la moracantana como la Cantamora (una mora que canta) que es la que habitaba un pozo en el Chorrillo, en el pueblo pacense de Bienvenida. Decían los mayores que siempre que algún niño travieso se acercaba por allí y se asomaba al brocal la Cantamora se apoderaba de él y no volvían a verle nunca más.
Pero no solo los pozos eran lugares peligrosos. Los desvanes eran sitios a los que los niños no debían subir solos, y por eso se poblaban con seres come niños como la antropófaga Cabra Montesina o el Zamparrón, con cara de ogro y voz gutural, y de una voracidad insaciables. Vive en la intemperie, pero cuando le entra el hambre se cuela en las casas para zamparse todo lo que se encuentre, especialmente a los niños.
Algunos seres mitológicos se han utilizado también como asustaniños, como la Jáncana o la Chancalaera, ambas figuras de la tradición oral de Las Hurdes. La frase ¡Que viene la Jáncana y te lleva! Se ha utilizado hasta hace poco tiempo por las madres hurdanas.
No es extraño que los seres mitológicos asusten, pero menos extraño es que se asuste con el malvado por excelencia: El Diablo. En Valverde de Leganés se asusta a los niños con La Diabla, un personaje que se festeja todos los años durante San Bartolomé. En otros lugares de Extremadura cuenta Publio Hurtado que se asustaba con el demonuelo Pardillín, hijo del mismo Belcebú, una especie de duende que cuando escucha la voz de su padre abandona su sitial, cerca del fuego y, gateando por los llares, desaparece por las chimeneas.
Y en Fuente de Cantos aún hay quien me cuenta que sigue teniendo pesadillas con los Ramiros que les atemorizaron de pequeños, unos personajes demoniacos que se presentaban en las casas a lo largo del fin de semana que cerraba la Semana de Pasión con una frase que hacía temblar a las pobres criaturas:
Sin embargo, los adultos hemos perdido el miedo a estos personajes, aunque sigamos desobedeciendo a nuestros mayores, durmiendo poco y mal y acercándonos a lugares peligrosos para hacernos selfies. Así que no se extrañen si cualquier noche, cuando menos se lo esperen, escuchan un leve sonido de algo arrastrándose por el suelo y una tenebrosa voz ronca que susurra en la oscuridad: