17/10/2021
Hemos escrito ya acerca de algunos de los seres mágicos que habitan en los pozos extremeños, y seguimos con ellos, pero centrándonos más en la mágica Noche de San Juan.
De sobra es conocido el aliento sobrenatural que rezuma esta mítica y mágica noche, heredera de los ritos paganos que conmemoraban el solsticio de verano. Este solsticio, conocido en los antiguos mitos griegos como “puerta de los hombres”, se caracteriza por presentar el día más largo y la noche más corta del año. Los romanos hacen guardián de la “puerta de los hombres” al dios Jano. Y, como señala eñl etnólogo Félix Barroso, de Jano a Juan, poca es la diferencia. Incluso decir que nuestro San Juan Bautista viene a ser como el portero que permite que se abra esa puerta, dando paso a todo un flujo de energías sobrenaturales sobre la Tierra.
Y una de esas puertas sobrenaturales se abre en el pozo de Cinojal, en la encantadísima población de Ahigal, en el Valle del Alagón. Este bello pozo es en realidad un viejo manantial que fue utilizado por los romanos y ha sufrido reformas con el paso de los siglos. Se cubre con una bóveda de cañón y se desciende hasta el agua por unas escalinatas. Las bases de la bóveda se unen por medio de una piedra de granito en la que hay una inscripción indescifrable que indica, supuestamente, el lugar donde se oculta un tesoro.
Hay que salir del pueblo y andar un buen trecho entre olivos, pero la recompensa vale la pena. Afirma Domínguez Moreno que dentro del pozo está sumergido un encanto, un moro encantado por una maldición de su padre. Para desencantarlo ha de ir en la madrugada de San Juan, antes de salir el sol, una mujer soltera a sacar agua. Cuando introduzca el cántaro se enganchará a el un hilo de oro del que habrá de tirar hasta llegar al final.
Así comenzó a hacerlo una mozuela, ignorante de lo que ocurría. Al sentir que otra mujer venía por el camino, optó por romper el hilo, guardar el ovillo que llevaba y continuar la operación cuando la intrusa se hubiera marchado. Pero al cortarlo se produjo un remolino dentro del pozo, salió el Encanto de malos modos y corrió tras la moza, y la habría arrastrado a las profundidades del pozo si ésta no hubiera saltado al otro lado del arroyuelo, arroyo que el encanto no puede pasar. Así que ya saben donde tienen un tesoro aquellos que lo busquen. Vayan sin miedo y sin tijeras, y dispuestos a ovillar oro, quizás hasta el fin de sus días….
En Palomero y El Cerezo aun queda memoria del Encanto de la mañana de San Juan, que salía babeando hilos de oro si alguna moza se atrevía a coger la flor del agua al pozo de Cinojal en esa mágica mañana.
A veces el ovillo de oro se encuentra bien cerca del pueblo, como ocurre en el cercano Valle del Jerte, a una fuente de Cabrero, donde cuenta Fernando Flores del Manzano cómo una moza madrugadora que estaba recogiendo agua con su cántaro vio algo que brillaba con fuerza en el fondo de la pila. Metió la mano y tocó una especie de collar de oro, del que empezó a tirar asiendo un extremo de la cadena. Pero el collar debía ser larguísimo, porque la moza llevaba un buen rato sacando la cadena de oro y esta no terminaba de salir, por lo que, temiendo que llegase alguien y la viese decidió cortarlo, momento en el que la cadena de oro pareció por arte de magia, mientras se oía una voz que decía:
– ¡Ya me dejaste encantada para toda la vida…!
Felix Barroso cuenta como en Santibañez el Bajo se encuentra, en la Fuente de la Bellota, donde la mañana de San Juan, antes de salir el sol, sale el Encanto Mancebo, que no es otro que un acaudalado príncipe de cabellos de oro que se encuentra encantado por una maldición. La joven que consiga ovillar todos sus cabellos antes de la salida del sol en la noche de San Juan lograra desencantarlo, y el se casará con ella, cubriéndola de riquezas y de amor.
Pero si la moza no consigue desencantarlo… que San Juan la ampare, porque no volverán a verla viva.
Una mañana como esa se acercó una moza antes de que gloriase el día y vio flotando un hilo de oro. La joven comenzó a tirar del hilo, que parecía que no se acababa nunca. Y ovillando, ovillando ni se dio cuenta de que amanecía, y se oyó como un estampido dentro de la fuente, y una voz que salía de los más hondo de, y unos alaridos de alguien que se retorcía de dolor que decía:
– ¡Ay desgraciada, que me has condenado otros cien años a esta humedad!
Y cuentan que no se supo más de aquella moza. Solo que al cabo del tiempo, aparecieron, al arar unos olivos que están muy cerca de la fuente, una calavera y unos huesos. Y dicen en el pueblo que eran los huesos de la moza, porque en uno de los dedos todavía estaba, enroscado en el hueso, un anillo que la moza heredó de su madre. Y al lado de los huesos, partido en mil pedazos, los trozos embarrados de su cántaro roto.
Otras fuentes y pozos vienen ya con el oro ovillado, y sin “encanto”, pero no por ello dejan de tener peligro. En Guijo de Granadilla, en el interior de la Fuente Labrá, está escondido otro gigantesco ovillo de oro, depositado allí por una bella mora, cualidad que comparte con la Fuente Jerrera del mismo pueblo, en el que aún se recuerda , según recoge Félix Barroso, a a una segadora que una mañana, al amanecer, halló un hilo de oro tirado en el suelo. Lo fue recogiendo y enrollándolo en el brazo, pero parecía que no tenía fin y, como ya le pesaba el brazo por la carga, lo cortó con una navaja.
Entonces, se oyó una gran explosión, el cielo se cubrió de nubes gordas y negras, tapando el naciente sol del amanecer y una recia voz, que parecía emanar de las profundidades y oscuras aguas de la Fuente Jerrera, clamó:
Los encantos que viven en los pozos, la noche encantada de San Juan, las legendarias moras … tras estos conceptos se ocultan otros mitológicos que tienen mucho que ver con moiras, nornas y parcas, las hermanas fatales que tejen el destino, que ovillan los hilos de nuestras vidas , los tejen y entrecruzan y finalmente los cortan en el momento de la muerte con sus tijeras mágicas .
Pero los encantos extremeños no dan puntada sin hilo, (aunque sea de oro), y cuando alguien ha intentado apoderarse del ovillo áureo ha fallecido a consecuencia de infinidad de males. Su gozo en un pozo.
Y los hilos de oro aún continúan flotando entre las aguas, acunados por el tiempo y a la espera del humano paciente que sepa rescatarlos sin romperlos antes de que el sol asome entre los valles.