El tesoro de Las Siete Sillas
Hoy que el Teatro Romano de Mérida se encuentra preñado de jóvenes gracias al Festival Grecolatino es un buen día para recordar porqué los emeritenses más ancianos aún conocen a este monumento por el legendario nombre de “Las Siete Sillas”.
Parece mentira que hace solo cien años el impresionante y marmóreo Teatro Romano de Mérida y su contiguo anfiteatro se hallaran enterrados bajo toneladas de tierra y escombros. En la superficie se sembraban garbanzos. De tan magno monumento solo sobresalían algunos centímetros de las columnas más altas, que el pueblo atribuía a las sillas de siete reyes moros. De ahí el nombre del lugar: “Las siete sillas”.
Debajo de éstas los ancianos afirmaban que quien excavase encontraría los siete tesoros de los reyes, y por eso los niños de todas las épocas han buscado afanosamente galerías y “piedras escritas” que ofreciesen pistas de alguno de ellos.
Y tan en serio se lo tomaron que, como cuenta el arqueólogo Jose Luis de la Barrera , este fabuloso tesoro tuvo mucho que ver con las excavaciones y descubrimientos.
A finales del siglo XVI, cuando aquello no era más que un erial, corrió como la pólvora la noticia de que debajo de una de las galerías había un tesoro escondido. La noticia tuvo tanto alcance que el Ayuntamiento de la época se vio forzado a intervenir de forma oficial para poner coto a las excavaciones clandestinas que estaban realizando algunos particulares y sobre todo, en un “por si acaso”, para que el tesoro fuera a parar a manos del Ayuntamiento, que para eso era el dueño del terreno.
La orden, fechada el 15 de septiembre de 1579 y sacada de los Archivos Municipales decía así:
El tesoro enterrado de los siete Reyes Moros era en realidad el Teatro Romano (Ilustración: Jimber)
“La ciudad dijo que porque se ha tenido noticia que en una de las siete sillas antiguas está un tesoro que se ha comenzado a descubrir , y algunas personas han hecho diligencias y se van descubriendo las señas que se han dado, y porque podría ser cierto y tener derecho la ciudad a lo que apareciese por estar debajo de edificio propio de la ciudad y por Alonso Hernández, escribano de la ciudad, se ha hecho diligencia y pidió se pusiesen guardas para que no se pudiese sacar nada sin que se viese y por manera del alcalde mayor de esta ciudad se pusiesen cuatro hombres de confianza esta noche pasada…”
El tesoro no apareció, pero los cuatro guardias que pasaron esa noche vigilando el supuesto tesoro se hubiesen quedado de piedra si hubieran sabido el verdadero “tesoro” que se ocultaba bajo sus pies: uno de los mejores Teatros Romanos del mundo. Pero harían falta tres siglos más para que se descubriese esta maravilla de mármol.
Pero el de Mérida no es el único Teatro Romano “sospechoso” de tener un tesoro en su vientre. A principios del siglo XX Antonio Machado, el padre del poeta, escribía que:
…más debajo de Reina existen los restos de una antigua población… (Fotografía: Jimber)
“más debajo de Reina se encuentran restos de otra antigua población, y existe una habitación abovedada, que se conceptúa del tiempos de los moros; también se encuentran en aquel sitio, a poca distancia, restos humanos, y asimismo varias jarras, con que se dice enterraban a los moros. Este sitio se llama hoy la Puerta del Moro. Han buscado tesoros que creen que existen, pero no se hallan”.
El lugar al que se refiere Machado es seguramente la ciudad romana de Regina, donde actualmente y tras las excavaciones ha aparecido un verdadero tesoro artístico. El pueblo, aunque todo lo antiguo lo atribuya a “los moros”, no estaba tan equivocado.
Pero los cazatesoros que amenazaban las riquezas enterradas en Mérida hace 400 años continúan existiendo hoy como ayer, y en Casas de Reina lo saben bien. Por eso plantan virutas de metal. Para despistar a aquellos que se saltan las vallas de Regina con detectores de metales. Para que lo único monumental que se lleven los piratas de sus tierras sea un chasco.