Hace unos días mientras exploraba el oído a un paciente, una pequeña imagen atravesó velozmente el angulo externo de mi ojo, un acto reflejo hizo que toda mi atención derivase a la confirmación de lo que suponía era uno de esos “bichitos” que andan por la cabeza. No lo pude localizar, pero comprobé su rastro en la cabeza del paciente, las “liendres“, en gran número, confirmando que aquel movimiento detectado por mi ojo era de un piojo.
La presencia de este parásito siempre sorprende y alarma. El hallazgo puede ser casual, como en este caso, o cuando el paciente acude a consulta con síntomas de picores en la cabeza, lesiones de rascado en el cuero cabelludo, reacciones alérgicas y sospechas fundadas de la presencia de piojos por las liendres (pediculosis).
Lógicamente alarma a todos los pacientes por la connotación negativa y los falsos prejuicios que se asocia a su presencia. Permanecen los conceptos erróneos de que “los piojos se asocian a niveles socioeconómicos bajos, personas de higiene escasa, y de algunas etnias o razas”. Esta concepción del tema viene de la elevada frecuencia en épocas pasadas, cuando la economía era débil, las condiciones y las costumbres higiénicas de la sociedad favorecían la propagación de estos parásitos, que nos acompañan desde la era prehistórica, en que andábamos por los árboles, como podemos ver en los reportajes de la National Geographic, en los que vemos como se desparasitan unos monos a otros.
He detectado piojos en personas con una perfecta higiene y un nivel socioeconómico normal. Hace tiempo tuve un caso clínico de liendres en todo los vellos del tronco y pubis, ladillas (Pthirus pubis), se trataba de un paciente con demencia alcohólica y de escasos recursos. Una imagen ¡¡IMBORRABLE E IMPRESIONANTE!!
Los prejuicios asociados a los piojos conlleva la ocultación de la parasitación y favorece la transmisión a las personas del entorno fundamentalmente por contacto directo, ya que la transmisión a través de objetos– peines, gorros, gomas del pelo, etc.– tiene menor importancia. Y no sólo el contagio en el entorno familiar, escolar, social sino que favorece la reinfestación persistente, haciéndonos pensar que los piojos se han hecho resistentes a los diferentes tratamientos que existen.
¿Cómo podemos prevenir la pediculosis? Tanto en el centro escolar como en el hogar es importante realizar:
Revisión periódica manual de la cabeza de los niños con edades comprendidas entre los 3 y 12 años (semanalmente durante el curso escolar).
Evitar que los niños intercambien prendas u objetos personales que usen en la cabeza.
La ropa o los elementos personales que sean sospechosos de haber estado en contacto con el piojo (2 días antes del tratamiento antipiojos) se lavarán con agua caliente o se aspirarán. Lo que no pueda limpiarse así, se puede poner en una bolsa de plástico.
Los útiles de aseo del pelo, peines y cepillos pueden limpiarse con agua caliente, alcohol o un antipiojos (pediculicida).
Es fundamental poner en conocimiento del colegio todo nuevo caso para realizar la búsqueda de piojos y liendres en los compañeros de clase.
No olvidas realizar una búsqueda en familiares y contactos cercanos.
El niño puede volver al colegio tras el primer día de tratamiento.
Sólo a las personas con una infestación activa, nunca se debe aplicar como prevención.
El tratamiento se basa en el uso de productos antipiojos y en la eliminación manual o mecánica de piojos y liendres.
En los niños menores de 2 años es preferible la eliminación manual o mecánica, no se recomienda el tratamiento farmacológico.
El fármaco de elección es la PERMETRINA al 1,5%, por ser el más eficaz y seguro. Las cremas y lociones son más eficaces que el champú, que se diluye con el agua. En los casos rebeldes se recurre a la loción Kife o a la solución capilar de Malathión al 1 %.
Más información en:
AEPED.ES: Pediculosis de la Cabeza
Servicio Canario de Salud: Decálogo para decir adiós a los piojos.