En estas fechas nuestro organismo se ve sometido a alteraciones del ritmo diario, desajustes de costumbres, estrés social, una especie de excitación continua por estímulos varios, especialmente los publicitarios, que nos inducen al consumo, la compra casi compulsiva de regalos, y las comidas con la familia, la empresa, los amigos, los vecinos,…en definitiva, son varias las celebraciones con comidas copiosas, algunas de ellas acompañadas de los dulces típicos navideños y/o abundantemente regadas de vinos y licores.
Mi recomendación es que sea “prudente”, “no coma en exceso”, “beba con moderación y de forma responsable” manteniendo siempre una alimentación equilibrada (verbigracia “dieta mediterránea”) y si comete algún exceso que sea controlado, consciente y convenientemente compensado con el incremento de la actividad física y posterior a las fiestas realizar durante algunos días una dieta líquida o semiliquida, baja en calorías, para depurar el organismo y recuperar el peso previo a los excesos, evitando ganar esos gramos o kilos que de otra forma se acumularan allá donde menos queremos.
Un efecto frecuente como consecuencia de tanto desaguisado y los excesos suele ser “tener el estómago repleto”, hacer una “digestión pesada”, con sensación de malestar en la parte superior del abdomen, como a tope, no vaciar bien la comida, repetir los alimentos, la comida se vuelve a la boca, sobre todo al agacharse, tumbarse o dormir en horizontal. Se puede acompañar de nauseas, eructos, acidez o ardor y dolor en la boca del estómago o detrás del pecho.
A esta digestión pesada, le llamamos “dispepsia funcional”, es muy frecuente en la población, entre un 8-60% de las personas la padecen en alguna ocasión a lo largo de su vida. Las causas suele ser múltiples en relación con las comidas y todos los factores que rodean a la alimentación, desde el tipo de alimento, la forma culinaria en que se ingieren, como se mastica, otros factores internos en relación al funcionamiento de la vesícula y el resto del tubo digestivo, estreñimiento, infecciones,…o de factores externos de tipo estrés crónico, consumo de tabaco, toma de antiinflamatorios, abuso de café,…Existe cierta predisposición genética y algunas teorías implican a la infección por el Helicobacter Pilori (una bacteria que produce una afectación del estómago desde leve a muy grave, como la perforación gástrica), pero no hay suficiente evidencia y solo 7 de cada 100 pacientes con dispepsia funcional mejoran al tratar la infección por esta bacteria y eliminarla del tubo digestivo. Para llegar a un diagnostico correcto se deben descartar que existan lesiones u otras alteraciones del aparato digestivo que justifiquen los síntomas.
En aproximadamente la mitad de los pacientes con dispepsia funcional, los episodios se presentan de forma reiterativa, pasando a un proceso crónico de varios meses o años de duración.
Existen otras molestias digestivas similares que llamamos: dispepsia ulcerosa (provocado por la presencia de una úlcera en el estomago o duodeno), la dispepsia por reflujo (cuando el contenido del estómago, jugos o alimentos, suben hacia el esófago-reflujo-) o la dispepsia por digestión lenta en todo el tubo digestivo que se acompaña de estreñimiento o se produce con él.
Es importante conocer que existen unos signos y síntomas de alarma que modifican la importancia de la dispepsia en función de la edad. Signos de alarma son la pérdida de peso, los vómitos, dolor al tragar los alimentos (disfagia), sangrar por el tubo digestivo y la palpación de una masa abdominal. En los menores de 55 años la sospecha de cáncer de estomago es baja y no siempre es necesario realizar una endoscopia, si el paciente es mayor de 55 años el riesgo es mayor y es necesario realizar la endoscopia con toma de muestra (biopsia).
El tratamiento de la dispepsia funcional pasa de forma obligada por las “recomendaciones higiénico-dietéticas” y tratar el síntoma. Las personas que la padecen deben aprender a identificar las comidas que le sientan mal y evitarlas, otras recomendaciones que han demostrado mejoría de los síntomas son las dietas bajas en calorías, con menos grasas, y comidas de menor cantidad. Realizar unos hábitos de vida saludables siempre es aconsejable.
Estudios realizados en Atención Primaria sugieren que el tratamiento para evitar las secreciones gástricas podría ser la estrategia más coste-efectiva, utilizando los llamados medicamentos antisecretores de los que existen dos tipos: los Bloqueantes H2 (ranitidina, famotidina, nizatidina, cimetidina)y los inhibidores de la bomba de protones (IBP) de los cuales el más conocido es el omeprazol (otros de la misma familia son: pantoprazol, esomeprazol, lansoprazol, o rabeprazol). Los IBP se consideran los más efectivos, no siendo recomendable su utilización a largo plazo a pesar de tener un perfil de riesgo global bajo (fundamentalmente se asocian a colitis infecciosas, neumonías de la comunidad y fractura de cadera, entre otros).
Por el contrario, no podemos afirmar que los antiácidos y los protectores del estómago(sales de bismuto, sucralfato y misoprostol) sean más efectivos que el placebo en la dispepsia funcional.
Existen otros fármacos empleados en la dispepsia funcional que muestran un modesto beneficio, especialmente en los casos que se acompaña de alteraciones de la motilidad digestiva, son los llamados fármacos procinéticos (metroclopramida, levosulpirida, cleboprida, cinitaprida, cisaprida y domperidone).
Como he indicado previamente sólo un pequeño grupo de pacientes con dispepsia funcional se benefician del tratamiento erradicador del Helicobacter pilori, pero no existen criterios clínicos claros para aplicar los test de diagnostico o el tratamiento de prueba.Cuando la causa de la dispepsia esté relacionada con el estrés o la ansiedad-depresión es beneficioso recurrir a terapias de relajación, intervenciones psicológicas conductuales o incluso el tratamiento antidepresivo, cuando sea necesario.