>

Blogs

Israel J. Espino

Extremadura Secreta

Extremadura: el mapa del tesoro

Ilustración: Borja González para Extremadura Secreta/

Extremadura es un país de tesoros ocultos en los pueblos, sumergidos en los riachuelos, enterrados en los montes y casi siempre bien custodiados por moros encantados, bellas moracantanas o culebras inmortales.

No hacía falta que los conquistadores extremeños atravesasen océanos para encontrar El Dorado. En la Extremadura de leyenda existen ríos y fuentes de oro, colinas y cerros del tesoro, cuevas repletas de doblones y monedas, majadas y parajes preñados de alhajas esperando a ser descubiertos.

Hay que tener en cuenta que antiguamente no existían los bancos, por lo que ricos y pobres guardaban en casa el poco o mucho dinero que tuvieran. Tampoco existían los billetes, por lo que las monedas valían lo que representaban, el oro o la plata, y el que las acumulaba tenía un tesoro. Y cuando se lograba reunir uno llegaba el dilema de qué hacer con él… porque había ladrones, atracadores, parientes codiciosos… ¿Dónde guardar el dinero? Los muebles de la casa podrían registrarse, las baldosas levantarse, los cuadros descolgarse… Era mucho más seguro buscar un buen escondite en las cercanías de las casas, en esos parajes que tan bien conocían, y hacer depósitos secretos en un corral, en un árbol, en una cueva o en una fuente.

Muchos  guardaban sus monedas en pucheros y los enterraban, especialmente en tiempos de guerra (y hay que tener en cuenta que Extremadura, como zona fronteriza, ha sufrido unas cuantas a lo largo de la historia) y después, si la persona moría, los parientes buscaban en vano y el tesoro permanecía oculto a lo largo de los siglos, esperando en silencio que algún afortunado volviese a sacar su oro a la luz del sol, como le ocurrió a un vecino de Torre de Miguel Sesmero, que encontró enterrada en un corralón una olla llena de monedas.

Hay algunos topónimos extremeños que no ofrecen duda en cuanto a sus interpretaciones, ya que incluyen la palabra “tesoro”,  y otras en las que la presencia de las riquezas se intuye o se recrea. Hay incluso quien llegó a afirmar que Las Hurdes  fue el escondrijo de las riquezas de los hebreos expulsados. El primero que lanzó la teoría de un poblamiento judío en Las Hurdes fue el notario de Casar de Palomero, Romualdo Martín Santibáñez. En su libro “Las Jurdes: un mundo desconocido en la provincia de Extremadura”, publicado en 1876, expone que muchos de los judíos traídos a Mérida por Vespasiano  a finales del siglo IV se trasladaron a la comarca de Las Hurdes, viéndose incrementado su número a raíz del decreto de expulsión de judíos dado por los Reyes Católicos en 1492. A partir de ahí, numerosos escritores lo han seguido, algunos de ellos llegando a afirmar que el río Jurdano es una corrupción del vocablo “Jordán”, nombre puesto por los judíos en recuerdo de aquel otro Jordán que riega las tierras de Palestina.

La teoría del poblamiento judío de las Hurdes la sembró de tesoros reales o imaginarios (Jimber para Extremadura Secreta)

Otros, como Vicente Paredes, fueron más lejos afirmando que el tesoro de Jerusalén, según Josefe, se llamaba “Gazofilacio”, y ya que en Las Hurdes existe una pedanía dependiente de Nuñomoral denominada El Gasco (el cual cree  que debió llamarse Gazco) y otros dos que, aunque no están en las Hurdes, pueden considerarse hurdanos, como La Pesga (para él, antiguamente Pezga) y Marchagaz, el asunto estaba claro, ya que “gaz” significa “tesoro”. De esta manera, “Gazco” significaría “tesoro”; “Pesgaz”, “entrada hacia el tesoro” y “Marchagaz”, “camino hacia el tesoro”. Como para no encontrarse uno…

Pero en Extremadura, donde los hombres y las mujeres no se andan con rodeos a la hora de llamar a las cosas por su nombre, hay lugares que no dejan la menor duda sobre lo que encierran. En la provincia de Cáceres hay al menos nueve topónimos que incluyen la palabra “tesoro”, mientras que en la provincia de Badajoz el número aumenta  hasta al menos dieciséis.

Así que sigamos disfrutando de la salvaje naturaleza de Las Hurdes, y busquemos su población más grande: Caminomorisco , cuyo nombre ya nos pone en antecedentes de que hay “moros en la costa”, y por tanto, riquezas ocultas… Su nombre deriva de los moriscos deportados de las Alpujarras a Portugal que cruzaban por estas tierras. Allí, después de mirar cara a cara al ídolo de la Edad de Bronce que se refugia en su Casa de la Cultura, dejando atrás balcones floreados y aleros de madera y respirando el aroma de eucalipto que impregna sus alrededores encontraremos El Pago de Los Tesoros. Es un sitio tan bueno como otro cualquiera  para comenzar nuestra búsqueda.

Caminomorisco también esconde tesoros (Extremadura Secreta)

Al norte del Valle del Jerte se enclava la bella y antigua aldea de Jerte, rodeada de huertos, prados y cerezos que blanquean el paisaje en primavera. Pues bien, la sierra que se encuentra a su  izquierda era denominada por los historiadores como La Cadena de Oro.

Visitemos ahora, a un solo paso, la comarca de La Vera y su capital Jaraiz. Los árabes (de nuevo los moros salen al paso de castillos y tesoros) construyeron un castillo del que subsisten restos en las casas del soportal alto de la plaza. Paseemos sosegadamente entre balconadas repletas de flores, iglesias y palacios, refresquémonos en la garganta de Pedro Chate o en el charco de las Tablas, repongamos fuerzas en un antiguo molino y busquemos, en la carretera que va hacia Talarrubias, la Finca del Tesoro.

Y enclavada en un llano bañado por el Tiétar encontramos a Malpartida de Plasencia. Allí podremos preguntar a cualquiera de sus artesanos guarnicioneros, talabarderos o ebanistas, por la dirección correcta para encontrar  el paraje de El Tesorillo.

Descendamos ahora hacia el Valle del Alagón, donde entre pinos, robles y castaños se contemplan paisajes inolvidables con piscinas naturales de aguas puras y cristalinas. Llegaremos a Aceituna,  un pueblecito donde existen  numerosas lagunas, y una entre ellas que tiene el hermoso y sugerente nombre de “La Laguna del tesoro”. También en el otro extremo de Extremadura, en la comarca de La Serena, ya en Badajoz, podemos contemplar cerca de  Benquerencia de la Serena la Laguna del Tesorillo.

Pero prosigamos por Tierras de Granadilla y busquemos en el legendario pueblo de Ahigal  Las Oliveras del tesoro, donde existe una fortuna escondida que nadie ha encontrado jamás. Quizás la escondió el viejo príncipe encantado que vende sus mercancías en el paraje cercano, en un lugar denominado La Tienda, situada en la Fuente de la Oliva. Cuenta la leyenda, que un día un caminante llegó a la tienda. El dueño, un misterioso señor de larga y florida barba, le dijo al caminante que eligiera cualquier producto que allí tuviera y él se lo regalaría, eligiendo el caminante una cuerda dorada. Al ver el comerciante que no había elegido lo que él deseaba, que eran unas tijeras para que le cortara su larga barba (ya que él era un “encanto” y sólo cortándole la barba se liberaría de éste y se convertiría en un príncipe), se enojó y comenzó a correr tras el caminante. Más allá había un regato que estaba cerca de Las Oliveras del Tesoro, y como los encantos no tienen poder para cruzar el agua, el caminante se libró de una muerte segura.

Sin abandonar este fértil valle, sobre una pequeña elevación del terreno regado por el río Arrago llegaremos a Calzadilla , donde hay un castro celta en la zona de la Dehesa Los Tesoros y una serie de tumbas antropomórficas. Antiguamente se llamó Calzadilla de la Cuesta por la calzada romana que por allí pasaba, aunque otros autores señalan que su nombre deriva de una dama árabe llamada Alexa y cuya historia se pierde en la leyenda. Como podremos comprobar a lo largo de nuestro viaje, las moras y los tesoros están en Extremadura indisolublemente unidos.

La fuente de la bellota de Santibañez el Bajo esconde encanto y tesoro (Extremadura Secreta)

Y no podemos abandonar este valle sin acercarnos, siguiendo a los impresionantes  buitres leonados, hasta Pescueza, cercana al río y  con magníficos espacios naturales entre los que llama nuestra atención un lugar denominado “El Tesoro”. Otro paraje denominado “El Tesoro” lo encontramos en Santibáñez el Bajo.

Sin salir de estas verdes tierras llegaremos hasta Villa del Campo, buscaremos su iglesia del siglo XVI, y al lado de ella nos daremos de bruces con la llamada Fuente del Oro, una construcción de piedra con un arco de medio punto que guarda su leyenda en el agua fresca. Se cuenta que bajo la fuente hay escondido un tesoro, y es vox populi que, en años duros y de hambre, los habitantes excavaron en sus alrededores en busca del preciado tesoro sin que hasta ahora haya habido suerte.

Y hablando de fuentes, hay que señalar, por si alguien la conoce, que en un lugar indeterminado de Extremadura, según “El libro de los haberes”, se haya La Fuente del Tesoro, a la falda de una gran sierra. Solo hay que andar diez pasos rectos, y picando “se hallará un cargamento del ejército”. La naturaleza del cargamento es una incógnita que solo conoce quien lo escondió y que resolverá el que lo encuentre.

Terminemos nuestra búsqueda semántica por el Valle del Alagón en Casillas de Coria y su  Majadal del Tesoro, porque es hora ya de visitar, ya en la comarca de Campo Arañuelo, la localidad de  Almaraz, que ya en el siglo XV construyó un castillo del que solo queda el recuerdo, la leyenda y los restos de un torreón. En sus cercanías podremos admirar un majestuoso puente tiene un bello puente sobre el Tajo, construido por el emperador Carlos I en el siglo XVI. Aunque internacionalmente conocido como puente de Almaraz, los lugareños lo denominan Puente de Albalat, un nombre de origen árabe, ya que durante la Edad Media  aquí estuvo situada la ciudad de Medina Albalat. Una leyenda local dice que la última mora que habitó su castillo, antes de que fuera conquistado por los cristianos, ocultó su tesoro en una colina próxima, y  marcó su escondite con la figura de un gato.  La colina en la que fue enterrado el tesoro de la mora es conocida con el nombre de Cerro del Tesoro. Existen dudas sobre su exacta localización, aunque los mapas militares de la zona lo sitúan aproximadamente a 500 metros al sudoeste del Puente de Albalat, pero los habitantes del lugar creen que es la colina donde fue construido el Fuerte de Napoleón. El Cerro del Tesoro forma parte de una dehesa llamada “El Gato” por la gente del lugar, nombre derivado también de la leyenda de la mora.

Visitemos ahora el oeste del oeste. En la Raya Norte de Extremadura, ya en la frontera con Portugal y a orillas de río Tajo encontraremos la histórica Alcántara, con numerosos testimonios históricos que demuestran la ocupación de esta zona en época prehistórica, romana y árabe. Fue llamada por los árabes Kantara As-Saif, el Puente de la Espada, al parecer porque hay una espada de oro enterrada en el puente. El establecimiento de la Orden  Militar de San Julián de Pereiro, conocida desde entonces como Orden de Alcántara, dio durante siglos una gran importancia a este enclave, Su emblema más significativo es su puente romano, construido en el siglo II E.C. , con más de 200 metros de longitud sobre el río Tajo.

En el puente romano de Alcántara se oculta una espada de oro. Al fondo, la torre del oro (Extremadura Secreta)

En uno de sus extremos se alza un pequeño templo romano en el que se puede leer una inscripción alusiva al arquitecto romano encargado de su construcción: Cayo Julio Lacer, y podremos leer la leyenda que señala que el puente durará cuanto dure el mundo. En el otro extremo del puente se encuentra una torre defensiva denominada Torre del Oro. Y si alguien no se conforma con el preciado metal, en el mismo pueblo se encuentra el Lomo de la Plata. La romana Vía de la Plata entra en su término municipal por Lomo de la Plata, para continuar por lugares tan sugerentes como Cumbre Oscura, Los Baldíos, Cumbre de la Plata, Cantalobos y Cerro de la Horca.

El color del oro se asimiló pronto con el sol. No hay que olvidar que su nombre deriva del latín “aurum”, la aurora que reluce. Y parece ser que precisamente en esta misma zona en la que nos encontramos, al lado del río Aurela, en Santiago de Alcántara, existió un poblado morisco con una alberca a la que llegaba el agua del río a través de canales y acequias, y que pudo utilizarse para lavar el oro que sacaban de la rivera Aurela, siendo de ahí de donde viene su nombre (Aurela- Aure- Oro).

También sobre una pequeña colina se asienta la bella y medieval ciudad de Cáceres, en cuyo interior se encontraba antiguamente La huerta del tesoro”, llamada así a partir del siglo XV porque alguien enterró allí una gran cantidad de monedas de oro dentro de varios sacos de tela. Afirma el investigador  Corrales Gaitán que  en el siglo XIX y principios del XX muchos fueron los cacereños que dedicaron numerosas horas a la búsqueda de este tesoro. La búsqueda, ahora, sería imposible, puesto que en aquel solar se levanta actualmente el colegio Donoso Cortés.

Pero no podemos marcharnos de la majestuosa Cáceres con las manos vacías, así que busquemos entre palacios añejos, murallas enhiedradas y arcos pétreos “La Casa del Tesoro”.   Se trata de la casona de la duquesa de Fernán Nuñez, aunque para hallar el origen del nombre debemos remontarnos hasta el siglo XIV, cuando en la casona habitaba una acaudalada familia hebrea que fueron expulsados en el siglo XV. Como otros muchos, pensando que  pasado algún tiempo volverían, y ante el temor de ser robados o asaltados por el camino, decidieron enterrar allí mismo dos cántaros repletos de monedas, libros, piezas de seda y algunos documentos. Tras convertirse en una carbonería, en el siglo XVI la duquesa de Fernán Nuñez construye en aquel lugar una amplia mansión. Como es normal en Cáceres, se edifica sobre estancias semiderruidas y sobre dos pozos.

La casa del tesoro de Cáceres (Extremadura Secreta)

En 1881, curiosamente (o no tanto) compra la casa el insigne Publio Hurtado, primer investigador de los tesoros extremeños, y en ella habitan sus descendientes hasta la década de los sesenta, época en la que aparecen algunos objetos (como varias piezas de tela) que se encontraban muy bien ocultos en una estancia. En el año 1991 lo compra el Ayuntamiento de Cáceres para convertirlo en dependencias municipales. Según Corrales Gaitán, en el discurrir del tiempo han sido varias las personas que se han dedicado a buscar este tesoro, que al parecer se encuentra en una galería subterránea que discurre por debajo de la casona y que llega al interior del recinto amurallado, partiendo otro tramo hasta las proximidades de la Plaza Italia.

Muy cerca se encuentra el Monumento natural de Los Barruecos, en  Malpartida de Cáceres.  Allí, en plena penillanura extremeña, entre matorrales y retamas, contemplado desde siempre por tejones, nutrias y milanos, se yergue este excepcional bosque de rocas graníticas, entre las que se encuentran las Peñas del Tesoro.

Las peñas del tesoro en el paraje de Los Barruecos (Extremadura Secreta)

Y al otro lado de la bella Cáceres, en la penillanura cacereña en la que dominan los bellos bosques de alcornocales y encinares en torno a sierras escarpadas, podemos guiarnos por el vuelo de los aguiluchos cenizos y los elanios azules para descubrir el paraje de “Los Tesoritos” en Ibahernando.

Los soldados y mercaderes romanos, tan asentados en estas tierras, jamás cruzaban un río sin arrojar antes una moneda para ganar el favor de sus dioses, por lo que en las orillas de los grandes ríos se pueden encontrar pequeños tesoros. En los ríos pequeños el oro no lo encontramos en forma de monedas, sino de pepitas, o acaso de algún tesoro encantado. Lo cierto es que el nombre nos avisa, como en la cercana población de Puerto de Santa Cruz, a los pies de la Sierra, donde encontramos el  Arroyo del Oro.

En Puerto de Santa Cruz está el Arroyo del Oro (Extremadura Secreta)

Prosigamos por la penillanura trujillano –cacereña , esta vez algo más la norte, y contemplemos, bañada por el río Almonte y asentada sobre un bello típico paisaje de tipo mediterráneo, a la bella Monroy, una población con doble tesoro, agua y castillo. Allí encontraremos importantes yacimientos arqueológicos en la villa romana de Las Agudazeras, meritoria por sus bellos mosaicos, descubierta (oh, sorpresa!), en el lugar conocido como “Los Mochuelos del Tesoro”. La procedencia de este vocablo puede deberse al hecho que algún campesino o ganadero, hace tiempo, encontrase allí algún lote de monedas o tal vez alguna pieza de cierto valor, o más probablemente a que la profusión de materiales que iban levantando los arados hiciese pensar en la existencia del codiciado tesoro. En ocasiones estas fantasías se volvieron realidad ya que algunos lugareños tuvieron la suerte de encontrar tesoros reales, como el brazalete de oro macizo que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Provincial, hallado por Marcelo Lancho Leno en la finca Parapuños de Doña Teodora, o el tesorillo de 24 denarios de plata, que el pastor Fernando Muñoz Galea, desenterró en 1964 en la finca Parapuños de Varela, propiedad de doña María Camarero,  o las monedas de oro que sacaron a la luz unos agricultores en la dehesa El Pizarro. Es cuando menos curioso que en la vecina Talaván también exista un “Cerro del Tesoro”.

Pero acerquémonos ahora a la Comarca de Las Villuercas y visitemos La cueva de los Doblones, de evocador nombre, situada en el término municipal de Alía, en la provincia de Cáceres, en uno de los puntos más inaccesibles de la “Sierra de Altamira“, lo que motivó que en varias ocasiones fuera utilizada por bandoleros como refugio. Su leyenda cuenta que en su interior hay enterrado un tesoro compuesto por doblones de oro.

Las Villuercas (Extremadura Secreta)

Desde esta misma cueva podemos otear el horizonte en busca de una numerosa colonia de buitres. Allí, en ese punto donde sobrevuelan con alas majestuosas, es donde se encuentra Valdelacasa de Tajo, cerca de la ribera del río.  Acerquémonos a visitar las solitarias  ruinas del castillo árabe de Espejel (ahora que ya sabemos que castillos y moros guardan tesoros”) y contemplemos la verdadera razón de nuestra visita: el Dolmen del Tesoro.

En las Vegas Altas del Guadiana, próximos a Madrigalejo se encontraron algunos verracos y objetos celtas que se pueden contemplar en el Museo Arqueológico de Cáceres y en el Arqueológico nacional de Madrid. Por si no fuera bastante, en el lugar conocido como “Tesoro”, se descubrió casualmente en 1886  las ruinas de un edificio romano, mosaicos con delfines y caballos marinos y sirenas, construcciones hidraúlicas y estatuas de mármol, así como monedas de plata de bronce. Con estos nombres, es fácil deducir que son una golosina para los “cazatesoros” y buscadores de fortuna.

Acerquémonos ahora a la zona más oriental de Extremadura, a La Siberia. Aquí, rodeada de bellos parajes y legendarias serranías, morada de buitres y  cigueñas negras, se encuentra la presa de Puerto Peña, y entre paisajes de agua y monte bajo se asienta Valdecaballeros, en la ladera de la Sierra de Barbas de Oro.

Sin movernos de La Siberia encontraremos nuestra siguiente parada, Siruela, un lugar emblemático salpicado de estelas tartésicas, hallazgos romanos y leyendas que nos hablan de un gran pasado histórico cuya importancia prevalecerá en la época musulmana. Centro destacado de La Mesta durante el reinado de los Reyes Católicos, aun conserva los restos del viejo castillo erigido por la Orden del Temple en el siglo XIII, conocido con el nombre de “La Cava”. Afirman los lugareños que el castillo tiene tesoro, y han bautizado un cerro como “El Cerro del Tesoro”.

Pero regresemos por un momento al centro geográfico de Extremadura. Cerca de Mérida, sobrevolando Arroyo de San Serván, se encuentra la Sierra de San Serván, en una de cuyas esquinas se encuentra la “Cueva de la Moneda”, espacioso refugio natural que hoy se encuentra obstruida, quizá para salvar sus posibles restos prehistóricos de los buscadores de tesoros. La cueva por su parte superior tiene una especie de chimenea, construida en tiempos históricos y por donde se puede descender a la misma valiéndose de cuerdas; quienes la han visitado, usando estos medios, dicen que es espaciosa y tiene una especie de asientos de las misma roca.

Sierra de Arroyo de san Serván (Extremadura Secreta)

Muy cerca, en la frontera lusitana y visitemos, cerca de  Nava de Santiago, entre olivares, encinas y alcornoques, otro topónimo que lleva la palabra “moneda”.  La Casa de la Moneda, que se yergue desde hace milenios en la Finca de la Muela, en la Roca de la Sierra no es tal, sino un dolmen en  que según la tradición vivió un monje ermitaño, por lo que también se la conoce como “La cueva del monje”. Los ancianos del lugar afirman que existe una galería subterránea entre la cueva y el convento de Loriana, que aprovecharían los monjes para escapar en caso necesario. La cueva del Monje también es llamada Casa dela Moneda por creerse que allí hubo enterrado un tesoro, y esta fue, como en muchos otros casos, la causa de su destrucción.

Pasemos ahora al extremo sureste de la región, donde las grullas anidan por millares.  La comarca de La Serena , limítrofe con las tierras de Córdoba, tierra de pastores por excelencia, camino entre las culturas de la Meseta y Levante, paseo entre dehesas y planicies donde pasta la oveja y los pastores cuentan consejas a la luz de la lumbre o de la luna. Y hablan de leyendas y de cuentos antiguos, y cuentan de La Sierra del Oro que está repleta de tesoros antiguos, y convierten la leyenda en dicho, que todavía se cuenta al que quiera escucharlo:

 “Sierra del Oro,

 fuente Albalá,

 qué ricas están”.

En esta misma Sierra del Oro podremos acercarnos a pasear por la calle del Tesoro, en Puerto Hurraco, que recibía este nombre por la creencia popular de que al principio de esta calle estaba situada la casa del judío Ibn Negréela, primer ministro del rey Badis. Y avaro personaje que amasaba una gran fortuna. La tradición aseguraba que el fabuloso tesoro de este corrupto ministro fue enterrado en estos lugares.

Sin salir de Comarca visitaremos el yacimiento arqueológico de Hijovejo, en la granítica y blasonada población de Quintana de la Serena,  donde aparecieron numerosos restos arquitectónicos labrados en granito y mármol, entre ellos un gran pozo empedrado, que es conocido en la localidad como “El Pozo del Tesoro”.

 Y no podemos abandonar la comarca sin acercarnos a Castuera, que  remonta sus orígenes a la prehistoria como demuestran los restos hallados en la vecindad. Más tarde conoció la colonización romana y la árabe, hasta que pasó a manos de la orden de Alcántara. Cualquiera de sus antiguos moradores puedo haber escondido las riquezas que se ocultan en su Cerro del Tesoro.

Aprovechemos la cercanía entre comarcas y continuemos nuestra búsqueda toponímica de tesoros en la bella comarca de la Campiña Sur, donde se encuentra el legendario Valle de Palma, en el que se esconde el fabuloso tesoro del Rey Jayón. A raíz de las percepciones de una conocida vidente de Fuente del Arco en el siglo XX empezó a extenderse la idea de que el rey utilizó como envoltorio un pellejo de buey, que con el tiempo se rompió, siendo esta la causa del gran número de monedas que hace ya unos cuantos años aparecían por las tierras de aquel valle, sobre todo en el llamado “Arroyo de las Monedas”. Y es que cuando el río suena…

Arroyo de las monedas Fuente del Arco (Extremadura Secreta)

Y ya que estamos en la bella Campiña Sur, mecidos por la brisa que acuna las hojas de la vid y del olivo, acerquémonos a la visigoda Llera y busquemos las Piedras del Tesoro.  Si no tenemos suerte, siempre podremos preguntar en la cercana Valverde de Llerena, fundada en el siglo XIII por el caballero de la orden de santiago Rodrigo de Valverde, por el paraje conocido por El Tesoro, aunque debemos saber que no seremos los primeros en buscarlo, ya que en 1999 se abrió un expediente sancionador contra tres cordobeses por recorrer el paraje con aparatos detectores de metales, con los que buscaban el legendario tesoro sin autorización.

Visitemos ahora la última posesión que tuvieron los árabes en Extremadura: la bella Montemolín, al norte de la Sierra de Tentudía y lindante ya con las tierras de la Campiña Sur, asentada en campos regados por el rio Viar. Sobre un verde cerro aún resisten las ruinas de lo que fuera una soberbia fortaleza árabe, construida en el siglo XVIII y reconstruida posteriormente por las tropas cristianas de la Orden de Santiago. Con estos antecedentes, no nos puede  extrañar que también tenga un “Cerro del Tesoro”.

Y ahora, como nuestros antepasados árabes, abandonemos sierras y castillos con aquello que hayamos encontrado y que quepa en nuestras alforjas, y dejemos los tesoros no hayados a los que vendrán tras de de nosotros, a los hijos de nuestros hijos, a los futuros buscadores de leyendas y a los atesoradores de sueños. Hay para todos.

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


marzo 2012
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031